lunes, 11 de noviembre de 2013

Botones



Botones. Es un nombre obvio, pero a mí me gusta. También pensé en llamarle sonrisitas, pero me pareció demasiado cursi. Botones era mucho mejor.

¿Quién es botones? Os preguntaréis. Botones es un peluche. Pero es mucho más que eso. Botones ha sido mí fiel compañero durante tantos años que casi se perdería en la larga fila de mis recuerdos. Pero sin duda los mejores los he pasado con él. A cierta gente le parece feo. De hecho, feo no es el peor calificativo que he escuchado sobre mi amado amigo. Perturbador, escalofriante, tétrico, abominación… Y otros tantos iguales o peores. Pero a mí me da igual. Yo sé que botones nunca me traicionará. Cosa que no puedo decir de todos a los que he conocido. La mayoría siempre acaba por traicionarme, faltarme al respeto, humillarme, abandonarme… Pero Botones no.

Para mí es casi como un hijo, más que un amigo, aunque lo trato como a un hermano. Y es como un hijo porque es mi creación. Y no puedo estar más orgulloso del resultado. Con el tiempo he hecho otros, no diría iguales, pero sí muy semejantes.  Los hago para regalar. De hecho a él lo hice como un regalo para mi madre. Y no es que lo mereciera. Dios sabe que ella tenía muchos pecados que purgar. La mayoría de ellos perpetrados contra mi persona. Pero yo aun así la quería. Cuando me sonreía, las pocas veces que lo hacía, conseguía que le perdonara todo. En eso me inspiré, en su sonrisa, para crear a Botones y regalárselo. Como muestra de amor. De amor verdadero. Lamentablemente mi madre murió al poco tiempo. Casi no pudo ni disfrutar de mi regalo. Pero yo sí, yo lo disfruto cada día desde entonces.

Por ese motivo, como homenaje a mi madre, empecé a regalar hermanitos de Botones. Por amor. ¿Qué mejor regalo que algo que tú amas tan incondicionalmente? Aunque sea una réplica. Sin embargo hay gente que tampoco lo entiende. Y me llamaban raro. ¡A mí! ¿Acaso hay una muestra mayor de amor que regalar una obra nacida del amor más grande de todos?

Pero eso no me desanima. Al contrario. Eso me da más fuerzas. Al fin y al cabo lo único que hago es repartir amor. Ese es mi mayor propósito en la vida. Repartir amor. ¿Qué hay de malo en ello?  Ya lo había pasado suficientemente mal en la vida, sobre todo en mi infancia. Ahora lo único que me importa es propagar la llama de mi amor. Y por eso siempre regalo un Botones.

Con el tiempo he conseguido tal pericia que los puedo crear en cualquier lugar. Ese es el motivo por el cual siempre llevo en la mochila un buen trozo de fieltro, relleno y unos botones. La sonrisa no. La sonrisa, es mi parte preferida, por eso no la llevo encima. Eso es muy personal. No todo el mundo sonríe igual, por lo tanto no todos los Botones puede tener la misma sonrisa. La sonrisa la consigo en el momento de manufacturarlo. La sonrisa es el precio que tiene que pagar el receptor del regalo. Todo en esta vida tiene un precio. Y ese era el de Botones. 






Este texto ha sido posible gracias a los amigos de El Club de la Cerveza, que compartieron en Facebook este link en el que aparece la foto.

9 comentarios:

  1. Bravo!!! Bravo!!! Por fin, un texto sin pretensiones, bonito, bien planteado, con el adecuado vocabulario y que saca una sonrisa al lector, sí o sí.
    Gracias por compartirlo, Berkowsky.
    Un abrazo.

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  2. Te has ganado los bravos, desde luego. Gracias por compartir. Me ha gustado mucho y como dice Ricardo, me sacó una sonrisa.

    Saludos.

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  3. Es verdad un relato muy original, me ha gustado mucho. El valor de una sonrisa. más aplausos!

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  4. Me ha encantado. Yo soy Mercy. Flores y te invito a que leas algo mío porque es cierto lo que dice Isabel hay cierta similitud por lo menos con este.

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    1. Me alegro que te haya gustado. Gracias por pasarte. Haré lo propio por tu blog.

      Saludos.

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