La habitación estaba llena de silencio. Un silencio que
obtendría muy buenas notas en un examen para la plaza de silencio absoluto. Que
pedía a gritos que lo rompieran en mil pedazos, aunque fuera con un simple
suspiro. Dos minutos más así, habría pensado el silencio, si pudiera, y
comienzo a suplicar. Ni siquiera era una calma tensa. La tensión se había
agobiado tanto que había huido despavorida. ¿Sentimientos? El último hizo la
maleta un par de horas atrás y había cerrado con un portazo que había hecho
temer por la integridad de las bisagras de medio edificio, dejando a la
habitación a solas con el silencio
El cenicero se habría animado a decir algo, pero para ello
se habría tenido que tragar media plantación. El café estaba tan frío que sólo era
capaz de pensar en el cálido silbido de la cafetera. Los sillones, vacíos, eran
una fiesta de fin de año comparados con el sofá, que se retorcía en su rincón,
añorando las escenas de amor, los juegos, las palomitas que caían sobre él en
tantas veladas cinematográficas. La lámpara de pie estaba a punto de
derrumbarse, viendo como la del techo amenazaba con un inminente suicidio.
Todos ellos podrían culparle de aquella situación
desesperada, pero no lo hacían. Se limitaban a llenar de silencio aquella habitación,
y el silencio empezaba a estar atacado de los nervios. Todos deseaban que las
cosas volvieran a ser como antes. No como el antes mas cercano, sino como antes.
Cuando las habitaciones estaban llenas de vida, de amor, de ternura.
Compartiendo su espacio con silencios puntuales, sí, pero también con risas,
besos, caricias y, porque no decirlo, con algún jadeo sudoroso.
No echaban de menos las riñas, los gritos ni los insultos.
Casi preferían este silencio, capaz de ensangrentar un tímpano. Por eso todos
unían sus plegarias a favor de una reconciliación. Por eso no le culpaban por
haber hecho las maletas y haberlos abandonado un par de horas atrás, cuando
decidió que no podía vivir sin ella ni un segundo más. Había partido sin
destino fijo, sin saber por dónde debía empezar a buscar, pero eso no le
preocupaba. En su mente sólo cabía un pensamiento: La voy a encontrar y no la
voy a dejar escapar de nuevo. Estaba convencido de ello y eso les valía. Aunque
ahora tuvieran que esperarles con la única compañía del silencio.
Buenas letras Ray. Muy buenas. Sensibilidad, arte y realidad. Cultura en las palabras.
ResponderEliminarGracias, Bruno, viniendo de ti son más halago aún.
EliminarMenuda atmósfera opresiva, un poco más y salgo chillando para romper el silencio. Y solo en dos horas... ? Hay que ver lo que puedes esperar, jajajaja...
ResponderEliminarEstá lleno de literatura y, por tanto, de fantasía que hace que las cosas inanimadas vivan en la oscuridad y el silencio.
Un abrazo.