Los que tengáis pensado participar en el juego de noviembre al final del texto aparece la frase obligatoria que fue la más votada entre las que os propuse. La frase con la que jugamos hoy es:
La persona que había al otro lado era una mujer joven.
Muy obviamente una mujer joven. No había manera posible de confundirla con un
hombre joven en ningún lenguaje, especialmente en braille. Está sacada de la novela Mascarada, de Terry Pratchett.
Esta historia comenzó ayer en el juego de las #150Palabras.
—
¡Sheriff, tenemos un problemilla aquí abajo!
—
¿Qué pasa?
—
Hay alguien que no quiere dejar sus armas y pide
hablar con el que esté al mando del
pueblucho. También dice que odia Rho Setón y sus tonterías.
—
Voy… —Dije con desgana.
Con la misma motivación arrastré mis pasos hasta el piso
inferior. He de reconocer que me sorprendió lo que vi. Me desconcertó la
imagen, esperaba al típico matón de tres al cuarto, que necesita un poco de
motivación en forma de crochet en su barbilla para que deje sus armas en mi
oficina. Pero no era así. La persona que
había al otro lado era una mujer joven. Muy obviamente una mujer joven. No
había manera posible de confundirla con un hombre joven en ningún lenguaje,
especialmente en braille.
—
¿Es usted el que manda aquí? —Preguntó con
cierto aire de superioridad. Empezaba a gustarme.
—
Buenos días para usted también. —Contesté con
una sonrisa cargada de ironía.
—
Si, bueno, lo que sea. Pero, ¿es el que manda
aquí o no?
—
Eso dice mi placa.
—
En realidad su placa dice Sheriff… Pasa como con el coche de la ama, que tiene
una placa que dice Pony, pero en realidad es un coche…—Dijo una voz desde el
umbral de la puerta.
—
¡Lemmy! Disculpe a mi golem, suele ser muy
literal…
El golem se quedó petrificado. Era obvio que su ama era de
esa clase de personas a las que les gusta que les obedezcan. Cada vez me
parecía más interesante.
—
Bueno señorita…
—
Less.
—
Señorita Less. Tenemos unas leyes muy estrictas
con respecto a la entrada de armas en el pueblo. Tolerancia cero.
—
Ajá.
—
Así pues… —Le hice un gesto amable con la mano.
—
Va a ser que no.
—
En serio. No quiero pedírselo por las malas.
Me miró de arriba abajo. Era una mirada que decía: me
gustaría ver cómo lo intentas. No era una mirada desafiante. Más bien era una
que sabía que tenía las de ganar, porque nunca había perdido. No me intimidó.
No te puedes dejar intimidar por ningún tipo de mirada si pretendes que tu
pueblo se haga respetar entre los maleantes. Sonrió.
—
No le voy a entregar mis armas, sheriff, pero le
prometo que no las voy a usar… Al menos contra usted y su ayudante. Además, si
me deja que haga mi trabajo me iré pronto, eso también se lo prometo. No me
gusta nada Rho Setón…
—
¿Y cuál es su trabajo?
—
Soluciono problemas.
—
¿Y qué problema ha venido a solucionar aquí?
—
Ese pequeño… Embrollo en el banco.
—
Ese es mi trabajo.
—
No hoy…
—
Me temo que sí, señorita Less. No sé quién le ha
enviado, pero este es mi pueblo y no va a investigar nada sin mi presencia.
—
Me envía el Senador Templeman. Es un…. Amigo de
la familia, digámoslo así…
En esta ocasión sonreí yo.
—
Muy bien, llámele. Dígale con quién está y que
él decida.
Salió de la oficina. La escuche poner objeciones varias.
Incluso menospreciarme e insultarme. Cuando colgó volvió a entrar y sin abrir
la boca me hizo un gesto para que la acompañara.
—
No se lo tome a mal. El senador Templeman y mi
padre sirvieron juntos en el ejercito . Yo me licencié en la Academia de
Policía de Tecnópolis con su hijo pequeño… Digamos que… También es amigo de la
familia.
—
Ya puede borrar esa estúpida sonrisa de su cara.
No lo hice.
Cuando llegamos al banco el director estaba a punto del
ataque de nervios. Era la primera vez que robaban bajo su mandato.
—
Sheriff… —Saludó a punto del llanto.
—
Hola, Joe, esta es la señorita Less. Me va a
ayudar con la investigación. La envían desde Tecnópolis. —Mi comentario pareció
no hacerle gracia, aunque no lo verbalizó. Apenas saludó con un gesto al
director. — ¿Sabes ya lo que han robado?
—
No, sheriff, sólo han vaciado una caja de
seguridad.
—
¿Sólo una? ¿Y no sabes lo que había en ella?
—
No… —Comenzó a decir el bueno de Joe Monedero
—
… El contenido de las cajas es confidencial…
—Interrumpió con un bufido mi compañera provisional.
—
Lo sé, era por si ya había contactado con el
propi…
—
Yo sé lo que había —Volvió a interrumpir.
—
Ilumínenos.
—
Sólo podía haber dos cosas. Una la lista de los
clones activos en el Sistema y la otra la… fórmula
con la que poder hacerlos. Una de ellas estaba aquí y la otra en un banco de
Terra Cota.
—
¿Y por qué iban a robar algo así?
—
¿No sabe que han cancelado el Programa Clon? Han
dado orden de… desactivarlos a todos
y destruir el estudio del profesor Dollie. ¿Podemos ver la caja fuerte?
El director asintió y nos dirigimos Less y yo hacia su
interior. De repente un estornudo sonó como un cañón. Fui yo.
—
¿Se encuentra bien sheriff?
—
Sí, debe ser una de mis numerosas alergias.
Continuó andando dándole una nula importancia a mi
respuesta. Allí dentro no había nada que pudiera ser catalogado como una pista,
lo cual nos frustró a ambos.
Una vez fuera del banco y de camino a mi oficina tuvo a bien
dirigirse a mí.
—
Se preguntará el motivo de que un documento así
de importante se encuentre en su pueblo.
—
En realidad no. Ya sé el motivo. —Me miró con
curiosidad. —Es un pueblo poco conocido y en el que tenemos… ley seca de armas. Sé que este banco es
de los menos robados de todo el Sistema. Por cierto, casi me ofende que se
sorprenda de que sepa esto.
—
No se lo tome a mal, sheriff, suelo tener las
expectativas bajas con todo el mundo.
—
¿Y cuál va a ser nuestro siguiente paso?
—
¿Nuestro?
—
No creerá que la voy a dejar que resuelva usted
solita el robo de mi banco.
Volvió a mirarme con mirada escrutadora. Trató de disimular
una sonrisa cuando volvió a hablar.
—
Lo siguiente que vamos a hacer es ir a Terra
Cota, a ver si podemos llegar a tiempo al otro banco.
—
Odio Terra Cota… —Dije con desgana.
—
Qué me va a contar…
Hicimos el viaje al planeta vecino en su automóvil. Podíamos
habernos teletrasportado, pero no era una opción muy conveniente a pesar de
tener ese gen añadido desde hacía generaciones todos los habitantes del
Sistema. Las autoridades lo desaconsejaban a no ser que se tuviera bien claro
el lugar al que se iba. De lo contrario podías aparecer unido a una valla, un ferrocarril,
una vaca o un señor que pasara por allí. Se dieron muchos casos al principio.
Así pues viajamos en su Pony de avanzada edad. Muy avanzada edad. No arrancó a
la primera. Ni a la segunda. A la tercera parecía que sí, pero al final no. A
la cuarta fue la vencida.
—
Está como nuevo… —Dije yo para romper el hielo
del viaje.
—
¿Prefiere ir en tren? —Dijo señalando con su
mirada al andén del pueblo.
—
¿Tren? Ah… No… Hace tiempo que no la usamos. La
última vez fue para un viaje en el tiempo… Tiene una luz encendida en el
cuadro.
—
Lo sé…
—
¿Eso no quiere decir que algo va mal?
—
Sí…
—
Genial, vamos a viajar en una máquina de matar
de dos mil kilos…
—
Aún está a tiempo de bajarse.
—
No, de todos modos algún día hay que morir… ¿Y
dónde vamos?
—
A Terra Cota…
—
Ya… Eso ya lo sé, pero… ¿dónde en concreto? No
será donde las pirámides… No me gusta esa parte… Me dan repelús algunos de sus
habitantes. Unos con la cabeza cónica… Otros con el torso de animal y las
piernas humanas…
—
No, no es allí.
—
Tampoco me gustan los de las dagas… No me
parecen de fiar… Además inventaron las matemáticas. Odio las matemáticas…
—
Da la sensación de que es un poco racista.
—
¿Yo? No, para nada. Pero hay gente que no me
gusta.
—
Prejuicios entonces.
—
¿A usted le gusta todo el mundo?
—
No, no me gusta nadie, pero no le busco excusas.
—
Ya veo…
—
Y no, tampoco vamos allí. Vamos a… como diría
usted… Los de las estatuas y los edificios grandes de mármol.
—
De esos hay dos, los originales y las copias…
—
A los que le dan más a la razón que a las
espadas… ¿No se piensa callar en todo el viaje?
—
No me gusta volar…
—
Bueno… Mientras no vomite…
—
No se lo puedo prometer…
Llegamos a Terra Cota sin… incidentes. Aterrizamos en plena ciudad de Par Tenón. Una hermosa capital
dividida en dos por un río. Cuando llegamos al banco vimos que llegábamos tarde.
Igual que el de Kinsley estaba adornado con el característico humo que deja un
corte por plasma.
Como era de esperar, tampoco encontramos pista alguna.
Aunque sí dejé allí una parte de mí, ya que me dio otro ataque de estornudos.
Me repuse a duras penas.
—
Dichosas alergias… ¿Le puedo hacer una pregunta?
—
Ya la ha hecho… —Contestó Less.
—
¿Por qué quieren desactivar el Programa Clon?
—
Porque es imposible hacerlo accesible a todos
los habitantes. Y el Senado no quiere que esos avances estén sólo al alcance de
los ricos.
—
Me parece bien. ¿Y son muchos los clones?
—
Ni idea. Pero calcule que casi todos los ricos,
políticos…
—
¿Y para qué los quieren?
—
Comodidad supongo… Así ellos pueden pasar más
tiempo con sus familias mientras los clones hacen su trabajo.
Pensé que no me vendría mal a mi uno de esos. Así podría
pasar más tiempo en el Saloon y menos en la oficina… El sonido de su móvil me
despertó de mi ensoñación. La cara que iba poniendo mientras conversaba no
hacía presagiar nada bueno.
—
¿Malas noticias?
—
Vaya, que perspicaz… ahora entiendo cómo ha
llegado usted a sheriff…
—
No la pague conmigo.
—
Tiene razón, disculpe. —Por primera vez sonrió
de corazón. —Han secuestrado al… hijo
de Dollie.
—
¿Al hijo?
—
Es un clon. Su hijo natural murió. Eso hizo que
dedicara todos sus esfuerzos al Programa Clon. Su hijo fue el primero.
—
No lo sabía…
—
Pues ya lo sabe. Y piden una nave interestelar
con los depósitos llenos a cambio.
—
¿El Senado negocia con secuestradores?
—
No, por eso me han llamado a mí.
—
¿Este es el tipo de… problemas que le encargan resolver?
—
A veces son más sencillos, pero sí, más o menos.
—
El secuestrador debe ser el ladrón…
—
Eso pienso yo también.
—
¿Y a qué esperamos?
—
A que se calle, sheriff, a que se calle…
Esta vez su cacharro arrancó a la quinta. La luz seguía
encendida y mi miedo a volar no mejoraba. Aterrizamos en unos hangares. Parecía
después de todo sí habían decidido negociar. Al menos eso indicaba la nave
interestelar que estaba fuera de uno de ellos. Apenas habíamos bajado del
Pony cuando vimos al profesor Dollie encañonando a su hijo.
—
¿Qué hace doctor? —Preguntó Less— Suelte el arma
antes de que alguien salga herido.
—
Hola Less… —Contestó amablemente el doctor— No
puedo hacer eso. Tengo que acabar con esto. ¿Cómo has podido hacerme esto? ¿A mí?
—
No sé de qué habla, ¡está loco! —Argumentó el
hijo— Hagan algo por favor…
El muchacho comenzó a lloriquear. Un ruido atronador hizo su
aparición. Volvía a ser mi alergia. Y esta vez venía con una sorpresa. Otro doctor
Dollie apareció en escena arma en mano.
—
¡Less! —Pareció alegrarse de ver a mi compañera—
Ayuda a mi pequeño, no dejes que le haga daño.
—
No le hagas caso. —Dijo el primer doctor— Él es
el clon.
—
No, yo soy el real. ¡Maldigo el día en que te
creé! ¡En que os creé! —Respondió el segundo.
—
Por favor, Less. Ayúdame, no dejes que este ser se salga con la suya. -Suplicó el hijo
Less parecía desconcertada. No sabía muy bien a cuál de los
dos doctores apuntar. Sonaron dos disparos. Sólo una pistola humeaba. Era la
mía. Uno de los doctores y el muchacho estaban en el suelo, con una rodilla
destrozada cada uno.
—
¿Qué has hecho? —Preguntó con una mirada que
habría asustado al miedo.
—
Solucionar tu problema.
—
¿Qué?
—
He derribado a los dos clones.
—
¿Cómo lo sabes?
—
Porque ambos tienen la misma marca de nacimiento
en la mejilla derecha, junto a la oreja.
—
¡Porque son padre e hijo!
—
Correcto.
—
Enton… —Pareció comprender mi hilo deductivo—
Claro, si son padre e hijo y el hijo es un clon…
—
Estoy casi seguro que, además, esa marca será la
firma del doctor. Apostaría a que la tienen todos los clones. —El doctor
asintió— Además si quieres te lo confirmo. Dame un segundo.
Me acerqué al hijo primero y después al padre abatido. Ambos
produjeron el mismo resultado en mí: un sonoro estornudo.
—
¿En serio tú no los hueles? Porque tienen un olor característico... Supongo que debe ser
que has tratado con más de ellos que yo…
Se me quedó mirando. Era la primera vez que me miró con
respeto.
—
De nada. —Sonreí— Yo que tú los esposaría, ¿o
pretendes que eso lo haga yo también?
Los maniató, no sin antes darles unas… caricias, más para soltar el estrés que por otro motivo. Llamó a la
Guardia del Senado. Mientras venían saqué mi petaca con el matarratas que vende
Gary en el Saloon, le ofrecí un trago y me la devolvió casi vacía. Eso demostró
que lo suyo no era fachada. Era una tipa dura. Muy dura. No todo el mundo es
capaz de encajar así el whiskey de Kinsley.
—
Me ha gustado trabajar contigo, sheriff.
—
Lo mismo digo, Less. Hacemos buena pareja.
—
Sí, algo extraña.
—
Sí, eso sí.
Volvió a sonar un estruendo. Eran nuestras carcajadas.
+++++++
La próxima entrega del juego será desde las 0:00 del lunes 17 de noviembre hasta las 12 del mediodía del miércoles 19.
La frase con la que jugaremos es la siguiente: No se tome la
vida demasiado en serio; nunca saldrá usted vivo de ella. —De Elbert Hubbard. Ensayista
estadounidense. —Propuesta por Frank Spoiler
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