jueves, 19 de marzo de 2020

Whisky y un vaso


Una botella de whisky y un vaso. Eso era todo lo que tenía delante de él. Ni una vida entera ni zarandajas de taza de desayuno. Una botella y un vaso. Y no necesitaba más. Quizá más fuerza de voluntad. Quizá menos ganas de vivir. Quizá con estas dos cosas juntas y el dorado líquido se animaría a dejar este mundo. Pero no. No tenía vocación de suicida, solo de borracho. 

A pesar de ser temprano, el reloj aún no había cantado las 10 de la mañana, él ya llevaba un buen par de tragos. No esperaba gran cosa del día, hacía tiempo que no esperaba gran cosa, en general. A lo único que dedicaba los días últimamente era a mirar por la ventana y a caminar de la cama al sillón y viceversa. Y al whisky, a eso también, claro. Nada hacía sospechar que ese día fuera a ser diferente. 

Y sin embargo…

En lejanía se escuchó un sonoro estruendo. Hubo una intensa luz, casi cegadora. Él, que nunca fue de los más valientes, estuvo a punto de manchar los pantalones. Tembló su cuerpo entero, y sin embargo no derramó una sola gota de su vaso. Siempre ha habido prioridades.

Y después…

El silencio. El mas atronador de los silencios. No se oían sirenas de ambulancias o policía. No se escuchaban gritos despavoridos. Ni gente huyendo. Ni siquiera se escuchaba a los pájaros al esconderse. Nada. Él dejó de temblar. Apuró la copa y trató de entender lo que estaba pasando. No pudo. Si no era valiente, aún menos era listo. A pesar de ello, decidió salir a la calle a ver qué pasaba.


No fue una buena idea…