Al mirar hacia la fachada, vi una sola venta iluminada: la
suya. Eso podía ser buena señal. Podía querer decir que aún estaba allí. Quizá
todavía había esperanza. A lo mejor tenía tiempo de solucionar las cosas.
Quizá… A lo mejor… Demasiados condicionales sonando en mi
cabeza. Los condicionales no solían acabar bien. Eso sólo pasaba en las
comedias románticas. En la vida real no. ¿O sí? La verdad es que yo nunca he
sido demasiado optimista. Ante la duda siempre me pongo en lo peor. Pero por
otro lado ya estaba allí. Tampoco tenía tanto que perder. ¿Qué más se puede
perder cuando ya lo has perdido todo?
No literalmente, seguía teniendo un buen trabajo. Una casa
de las que suelen salir en las revistas y totalmente pagada. Un coche de esos
en los que muchos soñamos de pequeños. De los que la mayoría siguen soñando de
mayores. Una vida de lujo. Una vida que muchos envidiarían. Pero tenía otras
cosas también. Desconfianza a raudales y un orgullo desmedido.
Y eso me trajo aquí. A este momento en este lugar. A la
puerta de su casa. Dónde el dinero, el trabajo, el coche, no importan. Lo único
que importa es la valentía. La valentía, justo lo que no parece que haya
traído. Mi único equipaje, es el miedo. El miedo a haberla perdido. Mi única
compañía es la esperanza. La esperanza de no haberlo fastidiado del todo. De
que haya un resquicio, una mínima hebra de hilo al que aferrarse.
Todo lo material no importaba. Ahora lo veía. Ahora lo
sabía. Había perdido a la mujer más maravillosa que yo podía haber encontrado.
Podía enumerar todas las cualidades que la hacía así de maravillosa. Pero no
era el momento. Lo importante es que la desconfianza me había cegado. Le había
pedido que firmara un contrato prematrimonial. ¡A ella! A ella, que me había
conocido de antes de ser el bastardo egocéntrico en el que el dinero me ha
convertido. A ella que había sido mi mejor amiga desde el jardín de infancia.
Es cierto que la universidad nos separó. Es cierto que pasaron unos años en que
el contacto era escaso. Es cierto que volvió a aparecer en mi vida cuando yo ya
era el tipo de éxito que soy ahora. Pero ahora veo que no era más que una
casualidad. Que conociéndola como la conozco ella nunca habría venido por mi
dinero.
Pero eso lo veo ahora. Cuando quizá ya no haya vuelta atrás.
Lo peor no fue lo del contrato. Lo peor fue todo lo que dije después. Lo peor
fue que mi orgullo no me hizo reaccionar al enseguida. Cerrar la boca a tiempo.
Suplicar al instante. No dejar que saliera de mi casa. No dejar que me
abandonara. Que me dejara sin nada. Vacío. Pobre, a pesar de todo lo que tengo.
Quizá lo mejor sea que haga borrón y cuenta nueva. Sé que
nunca la podré olvidar. Que nunca podré perdonarme lo bajo que caí. Pero quizá
lo mejor es que me marche y la deje rehacer su vida. Que encuentre a alguien
mejor que yo. Quizá…
-
¿Subes o te vas a quedar ahí haciendo la estatua
toda la noche? Lo único que faltaba es que te resfriaras y tuviera que
cuidarte...
Esas simples palabras habían tornado la noche más oscura de
mi vida en la más soleada. Quizá los condicionales no sean tan malos, después
de todo. Quizá…
Hermosa historia...cuánt@s soñamos q suceda algo así...:)
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
EliminarUn saludo.