Botones. Es un nombre obvio, pero a mí me gusta. También
pensé en llamarle sonrisitas, pero me pareció demasiado cursi. Botones era
mucho mejor.
¿Quién es botones? Os preguntaréis. Botones es un peluche.
Pero es mucho más que eso. Botones ha sido mí fiel compañero durante tantos
años que casi se perdería en la larga fila de mis recuerdos. Pero sin duda los
mejores los he pasado con él. A cierta gente le parece feo. De hecho, feo no es
el peor calificativo que he escuchado sobre mi amado amigo. Perturbador,
escalofriante, tétrico, abominación… Y otros tantos iguales o peores. Pero a mí
me da igual. Yo sé que botones nunca me traicionará. Cosa que no puedo decir de
todos a los que he conocido. La mayoría siempre acaba por traicionarme,
faltarme al respeto, humillarme, abandonarme… Pero Botones no.
Para mí es casi como un hijo, más que un amigo, aunque lo
trato como a un hermano. Y es como un hijo porque es mi creación. Y no puedo
estar más orgulloso del resultado. Con el tiempo he hecho otros, no diría iguales,
pero sí muy semejantes. Los hago para
regalar. De hecho a él lo hice como un regalo para mi madre. Y no es que lo
mereciera. Dios sabe que ella tenía muchos pecados que purgar. La mayoría de
ellos perpetrados contra mi persona. Pero yo aun así la quería. Cuando me
sonreía, las pocas veces que lo hacía, conseguía que le perdonara todo. En eso
me inspiré, en su sonrisa, para crear a Botones y regalárselo. Como muestra de
amor. De amor verdadero. Lamentablemente mi madre murió al poco tiempo. Casi no
pudo ni disfrutar de mi regalo. Pero yo sí, yo lo disfruto cada día desde
entonces.
Por ese motivo, como homenaje a mi madre, empecé a regalar
hermanitos de Botones. Por amor. ¿Qué mejor regalo que algo que tú amas tan
incondicionalmente? Aunque sea una réplica. Sin embargo hay gente que tampoco
lo entiende. Y me llamaban raro. ¡A mí! ¿Acaso hay una muestra mayor de amor
que regalar una obra nacida del amor más grande de todos?
Pero eso no me desanima. Al contrario. Eso me da más
fuerzas. Al fin y al cabo lo único que hago es repartir amor. Ese es mi mayor
propósito en la vida. Repartir amor. ¿Qué hay de malo en ello? Ya lo había pasado suficientemente mal en la
vida, sobre todo en mi infancia. Ahora lo único que me importa es propagar la
llama de mi amor. Y por eso siempre regalo un Botones.
Con el tiempo he conseguido tal pericia que los puedo crear
en cualquier lugar. Ese es el motivo por el cual siempre llevo en la mochila un
buen trozo de fieltro, relleno y unos botones. La sonrisa no. La sonrisa, es mi
parte preferida, por eso no la llevo encima. Eso es muy personal. No todo el
mundo sonríe igual, por lo tanto no todos los Botones puede tener la misma
sonrisa. La sonrisa la consigo en el momento de manufacturarlo. La sonrisa es
el precio que tiene que pagar el receptor del regalo. Todo en esta vida tiene
un precio. Y ese era el de Botones.
Este texto ha sido posible gracias a los amigos de El Club de la Cerveza, que compartieron en Facebook este link en el que aparece la foto.
Bravo!!! Bravo!!! Por fin, un texto sin pretensiones, bonito, bien planteado, con el adecuado vocabulario y que saca una sonrisa al lector, sí o sí.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, Berkowsky.
Un abrazo.
Gracias a ti por los halagos.
EliminarSaludos.
Te has ganado los bravos, desde luego. Gracias por compartir. Me ha gustado mucho y como dice Ricardo, me sacó una sonrisa.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, me alegro. Muchas gracias
EliminarUn saludo
A ti.
ResponderEliminarEs verdad un relato muy original, me ha gustado mucho. El valor de una sonrisa. más aplausos!
ResponderEliminarMuchas gracias, muy amable.
EliminarSaludos
Me ha encantado. Yo soy Mercy. Flores y te invito a que leas algo mío porque es cierto lo que dice Isabel hay cierta similitud por lo menos con este.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado. Gracias por pasarte. Haré lo propio por tu blog.
EliminarSaludos.