viernes, 22 de noviembre de 2013

Sound of Silence





El sonido del silencio. Eso era todo lo que le rodeaba en ese momento. El sonido del silencio. Y no un silencio cualquiera. Aquello era la total ausencia de sonido más apabullante que había vivido jamás. Era la madre de todos los silencios, por así decir.




Quién se lo iba a decir hace unos años, cuando de niño soñaba con ser astronauta. Tantos niños tienen ese sueño de pequeños y tan pocos lo cumplen... Pero él lo había conseguido. Tras muchos esfuerzos, muchas horas de estudio, de entrenamiento duro como pocos, lo había conseguido, era un astronauta.




Quién le iba a decir que por fin podría ver aquella bola azul que él llamaba hogar desde fuera. La había visto ya muchas veces y le seguía entusiasmando. Era algo incomparable. La primera vez fue hace unos cinco años. Cuando embarcó en una misión conjunta para relevar a otros astronautas en lanzadera espacial. Aún recuerda esa primera visión y cómo se le fue desenfocando a causa de las lágrimas que poblaron sus ojos, quizá porque ellas tampoco querían perderse aquel espectáculo. Y allí seguía, igual de impresionante que siempre. Su Bola Azul.




Quién le iba a decir que podría pisar suelo lunar. Él ni siquiera había nacido cuando Armstrong lo pisó por vez primera, aunque había visto las imágenes cientos de veces. No se perdía ningún documental sobre el Satélite, los grababa o compraba y los guardaba en un lugar privilegiado de su casa, como lo que eran, un tesoro. Y él pudo pisar la Luna. Tuvo la inmensa suerte de ser elegido para la misión encargada de comenzar las obras para el asentamiento de una base permanente en suelo selenita. Más recuerdos imborrables. Era algo que le iba a acompañar mientras viviera.




Todos esos recuerdos se agolpaban ahora, tratando de ser los primeros de la fila y los estaba disfrutando, en silencio. Con el sonido del silencio. No hay mayor silencio que el del espacio exterior. Y allí se encontraba ahora, había salido a intentar arreglar una de las antenas repetidoras, encargadas de amplificar la señal entre la Tierra y la Luna. Había salido solo, como tantas otras veces. Era un astronauta experimentado, de los que más, y le gustaba trabajar solo. 




Quién le iba a decir que su “pequeño cordón umbilical”, como él llamaba al tubo de unión entre él y la nave, se iba a romper. Aquello no pasaba, estaban testados en condiciones extremas, aquello no pasaba... O no debía haber pasado. Con el cordón se cortó también la comunicación con la base. Por pronto que se hubieran dado cuenta de lo que pasaba y salieran a rescatarle sería demasiado tarde. La reserva de oxígeno de la escafandra era limitada, una hora más o menos. No era necesario más, por el cordón también llegaba oxígeno, ¿para qué almacenarlo en el traje? No podía culpar a nadie, él también había participado en el diseño de los trajes y había visto la inutilidad de almacenar oxígeno como los demás.




Quién le iba a decir que vería la cara oculta de la Luna. Ni el mismo lo habría imaginado esa misma mañana. Y allí estaba, camino de verla, y camino de una muerte segura. Rodeado del sonido del silencio. El silencio más atronador que jamás existió. Vagando hacia la cara oculta de la Luna. En esos instantes lo único que quería era hacerle un hueco de honor a ese recuerdo, a esa imagen. El último recuerdo a sumar a todos esos maravillosos instantes.




Y allí apareció, por fin la estaba empezando a ver. Lanzó una última mirada a la Bola Azul antes de que desapareciera tras el Satélite. Disfrutó del espectáculo unos instantes más. Suspiró, rompiendo por un momento el silencio, dijo un adiós, cargado de emoción y recuerdos, y se quitó la escafandra. Y ya sólo quedó el sonido del silencio. El silencio más absoluto.



Comencé a escribir este texto mientras sonaba el clásico Sound of Silence. Foto cortesía de Diego Escolano.


6 comentarios:

  1. Madreeeeeeee, qué agobio! Entre el silencio más absoluto y la soledad, lo has bordado. Has conseguido electrizarme y sentirme sin aire. Agobio por el silencio, por la falta de sonido y de aire. Bravo

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    1. Gracias Marta. Ya echaba de menos tus comentarios. ;-)

      Saludos y gracias again.

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  2. En las pelis siempre se oye ese sonido fatigoso y horrible de la respiración y el corazón humano. Yo no sé si eso es así o no, pero la magia de la literatura es que todo puede hacerlo posible.

    Saludos, Ramón.

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    1. Al parecer no. Pero supongo que serían menos espectaculares las películas sin esos ruidos de las naves, de las explosiones y demás.

      Gracias y un saludo.

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  3. Me he sentido, mientras lo leía, sin oxígeno, orbitando alrededor de la Luna, viajando hacia la muerte. Pero no he sentido miedo. Curiosamente, ahora me doy cuenta, he dejado de escuchar el ruido de los coches, de la lavadora, del viento en los cristales. Lo único que he escuchado ha sido el silencio lunar. "Tu" silencio lunar.

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    1. No hay mejores halagos que esos. Que hayas "sentido". Gracias por el comentario.

      Saludos.

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