¿Te imaginas que tus amigos pudieran llevarte más allá de tus propias capacidades y sacasen de ti ese “vate” que llevas dentro y que desconocías hasta donde podías llegar?
Pues eso han conseguido estos cuatro magníficos entre ellos mismos. Han sido capaces de crear un estilo que me atreveré a llamarlo “Relato a cuatro manos” en el que, si bien dentro de la historia de la literatura, el cine y la pintura ya se han publicado libros, películas y cuadros realizados por más de un autor, las formas y fórmulas de dar vida a los personajes de esta historia que podrás disfrutar, vienen sin ningún guión preestablecido ni idea preconcebida, donde uno comienza donde otro acaba. Es un happening literario, una performance art de las letras con un resultado que tu mismo podrás experimentar.
Cuatro cabezas, una historia. ¿serías capaz de distinguir quien es quien en cada momento y donde empieza y acaba cada uno de ellos?
Probablemente te encuentres ante el primer “Relato a cuatro manos” de tu vida, así que sin más preámbulos, te invito a que también seas de los primeros que goces, en castellano o valenciano, de unos 10 minutos de esta nueva experiencia como lo he hecho yo.
Fernando J. Antón
El Hogar de las Madres
El tímido cantar del jilguero fue
suficiente para hacer que despertara. Siempre ha tenido el sueño ligero.
Demasiado ligero para su gusto. Cualquier mínimo movimiento a su alrededor la
hacía despertar, lo cual le provocaba cierto enfado. Aunque ella no se cataloga
como una dormilona, le gusta aprovechar sus ratos de descanso. Pero no puede,
tiene el sueño ligero y le molesta. Tampoco reconoce tener un mal despertar, y
quizá no lo tendría si sólo se despertara una vez al día. Pero eso era una
utopía desde hacía años, y más aún estos últimos días. El día empezaba a hacer
su aparición, modesta y tímida, a través de los tableros que tapaban todas las
ventanas de la casa. La luz era tenue, pero sus ojos estaba ya demasiado
acostumbrados a la penumbra y podía controlar perfectamente cada rincón de cada
estancia de la casa. Una casa grande, de dos plantas y con un sótano, a la que
la escasez de muebles la hacía parecer mucho mayor. Pese a ser una casa vieja y
abandonada desde hacía años, se mantenía firme, sin atisbos de vejez.
Durante todo el tiempo que lograba recordar, había dos hombres con una presencia continua en su vida. Uno, el hombre al que había amado desde muy joven y al que no había podido tener y otro, con el que se había casado y por el que nunca consiguió llegar a sentir nada más intenso que la simpatía. Ahora, ambos hombres volvían a reunirse en su vida y se convertían en la causa de su huida. Su marido, su compañero, había aparecido asesinado en la habitación de un hotel próximo a su domicilio. La policía trabajaba en la hipótesis de un ajuste de cuentas, pero ella sabía de sobra quién era el culpable y que el ajuste no había sido de cuentas. El otro, el amor de su vida, había estado en el hotel y había decidido poner, por fin, las cosas en su sitio
Esa idea, la idea de que su hombre
regresara alguna vez, le reconcomía cada minuto, cada segundo, durante todos
estos años. En realidad, siempre lo esperó, siempre. A pesar de que falleciera
poco después de su matrimonio, víctima de un desdichado accidente (eufemismo
usado desde siempre por las familias burguesas para referirse al suicidio).
Ella había estado en su funeral. Ella había visto el cadáver. Ella fue testigo
de su incineración… Y, sin embargo, cada día, cada minuto, cada segundo, desde
aquél momento, había estado esperando su vuelta. Por imposible que fuera. Aun a
costa de caminar continuamente al borde de la locura, ella siempre esperó su
regreso. Y el momento había llegado.
Ahora se sentía culpable. Quizás ella lo
había sacado de entre los muertos, quizás ella lo había invocado con el
pensamiento días tras día, minuto tras minutos, instante tras instante. Quizás
sin saber, o sin querer, había ensayado algún conjuro en las noches de
insomnio, en el breve espacio entre la vigilia y el sueño, y los pensamientos
inconexos se habían transformado en un conjuro mágico o en un ruego esotérico.
Quizás su madre tenía razón y los poderes saltaban una generación. Ahora
resultaba que las historias de la abuela no eran una
alucinación senil o una estrategia de mamá para controlar sus impulsos
infantiles. Ahora resultaba que no podía dormir porque su instinto la llevaba a
danzar alrededor de un fuego, o a volar con una escoba de cáñamo, o a levitar
sobre el presente y el futuro para modificar su orden natural. Y ahora, en esta
oscuridad, un hilo de luz le quemaba la retina, la descubría. Escondida de la
policía, escondida del mundo, la casa de los padres, se convertía en un útero
materno, un lugar donde desaparecer y recuperar la paz de la inocencia inconsciente.
Un lugar para retroceder hasta el origen y la inexistencia. Pero no, debía
marcar un plan, una línea esotérica para deshacer el daño o rehacer la
realidad. Pero, ¿realmente era eso lo que quería?
Estaba descubriendo que jugar con la magia no era tan buena idea. Podía parecerlo, el hecho de tenir a tu disposición, bajo el yugo de tu poder, a un espíritu, a un demonio o a cualquier otro ser de ultratumba sonaba bien. Pero la realidad era bien distinta. Ese poder te iba acercando más a las sombras. Adentrándote en oscuros parajes de la mística. Parajes que la
mayoría de la gente piensa que son fruto de la fantasía, de la literatura, y
que, en el fondo es mejor que sigan pensando de ese modo. Pero ella había
indagado, había resucitado el arte de sus ancestros, y el resultado estaba
siendo catastrófico. Se le estaba escapando de las manos, cual puñados de agua.
Un sonido en la azotea. Seguramente,
el viento golpeando las contraventanas.
Normal en una casa antigua en la que nada encaja en su sitio. Pero contribuye a aumentar su nerviosismo. Se
levanta para asegurar los cierres, pero no es capaz de moverse. Juraría haber
visto la sombra de una sombra cruzar el salón tras ella. No se atreve a mirar.
Tampoco a moverse. Sin embargo, el silencio vuelve a instalarse en la casa
tranquilizándola algo, aunque no lo suficiente como para intentar subir a la
azotea. Deja pasar unos minutos como siglos en los que nada ocurre y vuelve a
sentarse en el sillón. El único ruido que se escucha ahora, que lo llena todo,
son los latidos de su corazón. Un
corazón que se dispara cuando un relámpago ilumina la habitación y le deja ver
una figura humana a pocos metros de ella. Se le escapa un grito, o eso cree
ella, porque ningún sonido sale de su boca. Intenta correr, pero no es capaz ni
de ponerse de pie. Otro relámpago y ya no hay dudas. El amor de su vida está en
la habitación, de pie frente a ella, pareciendo esperar su abrazo.
Como si de un sueño se tratase,
escucha sus palabras como sonarían dentro de un bote lleno de gelatina, en un
tono que reconoce, con una cadencia que le es ajena, con una extraña
parsimonia.
“¿Qué quieres de mí?... ¿Quién eres? ¿Qué eres?”
La última pregunta es más un
pensamiento que una pregunta. Una pregunta callada. Aquella situación, aquel
cúmulo de acontecimientos, no demasiado claros, de razonamientos tal vez
equivocados, de sensaciones extrañas…¿Qué eres? Se volvió a preguntar ante la
figura que –ahora más claramente- la miraba con tranquilidad, con una mirada
afable, cariñosa, tierna, y serena.
“María, no temas, nada malo va a
pasarte”. Escuchó la voz, que podría ser de aquello,
pero los labios no se movieron, ni el gesto se alteró en absoluto. La voz,
simplemente, sonó. Suave. Tranquilizadora. Sin embargo, a ella se le agolpaban
los pensamientos. Y cuanto más se concentraba, cuanto más se asustaba, cuanto
más razonamientos ilógicos, o lógicos, o
estrambóticos, barajaba, aquello
parecía desdibujarse, como cuando una televisión pierde momentáneamente la
señal, para volverla a recuperar.
Comprendió, entonces, que el sortilegio, ese que había estado creando
tan minuciosa como inconscientemente, tenía entidad propia. Formaba, en cierto
modo parte de ella, todavía. Sin
embargo, de algún modo incomprensible, supo que ya no era capaz de
controlarlo. Aquello no era Juan, su amor eterno. Nunca lo fue. Y no sabía,
mejor, no conocía, qué hacer ahora.
Él, o aquello que fuera él, seguía
mirándola, tranquilo, sereno, afable. Un cuchillo de grandes dimensiones –ahora
podía verlo- en su mano derecha, reflejó por un momento, la luz de la luna que
se había abierto paso entre las nubes de tormenta. Un reflejo de sangre y
plata.
María se estremeció, en silencio,
quieta, intentando aparentar ante aquello, ante ella misma, ante lo que fuera,
tranquilidad. Debía actuar, y tendría que ser ya.
De repente, la voz de la yaya Berta sonó en
su cabeza: “No todo es lo que parece, yo soy Liberta, pero un indigno señor
bajito me obligó a disimular mi nombre”. Parecía ridículo aquel pensamiento
cuando todo indicaba una muerte casi inminente a manos del que nunca fue el
amor de su vida. Un ser mezquino y cobarde que no pudo soportar su indignidad,
su traición y huyó al mundo de los muertos.
La voz de la yaya volvía a su cabeza: “Tú
tienes el poder, no lo olvides, tu siempre tendrás el poder”. Bueno, eso
parecía más útil..., pero, ¿el poder de qué? Y lo que era más importante,
¿cómo?
El pensamiento, más rápido que la velocidad
de la luz, hervía, brotaba. Ahora aparecía Consu, en los tiempos en que llevaba
la Secretaría de la Mujer, hablando sobre el empoderamiento y aquellas
jornadas tan interesantes con prestigiosas y valientes damas luchadoras.
Alzó la voz más fuerte. Tenía detrás,
respaldándola, siglos de historia de mujeres-brujas, de brujas-mujeres... “Sé
quién eres, y lo más importante, sé quién no eres. ¿Qué quieres? Un trueno sonó
estrepitosamente, subrayando su pregunta. Fuera llovía a cántaros. “Soy tu
amor, no debes temer nada. Me dejaste hace años y he sabido perdonar. Ahora
estaremos juntos por toda la eternidad, ya nadie nos separa, ya nadie nos hará
daño”. María llevaba años sintiéndose culpable y adornando la verdad con un
cuento de hadas, cuando, realmente, lo que había allí, en el centro, era un ser
sin importancia, sin valor, una fachada brillante de una casa en ruinas.
Encendida en llamas gritó: “¡Mentiroso, cobarde! ¡Nunca me quisiste, nunca
estuviste por mí! ¡Egoísta, fantasma!(eso era evidente, pensó en un golpe de
humor). Me hiciste creer que la culpa de tu muerte era mía. Tú me dejaste, me
torturaste dejándome una y otra vez, haciéndome creer que no te merecía. Ese
era tu plan, dominarme en vida y morir para dominarme desde el más allá. Todo
porque sabías que ya no había vuelta atrás y por fin había encontrado las
fuerzas para librarme de ti. Sabías, por Berta, de mi conexión con los muertos
y has estado maltratándome física y psicológicamente en sueños. Pero no, ahora
sé la verdad, ahora no me puedes hacer daño, porque nada es lo que parece y yo
tengo el poder.
María proyectó las manos hacia delante,
abiertas, mostrando unos dedos fuertes y largos. Una luz turbia parecía salir
de las largas uñas. La habitación se iluminó y con una fuerza desconocida
pronunció: “NO ERES NADIE. NO TIENES PODER SOBRE MÍ. HUNDETE EN LAS TINIEBLAS DE DONDE
VIENES Y VUELVE A SUICIDARTE, DÍA TRAS DÍA, POR TODA LA ETERNIDAD”. Con
cierto desdén lanzó las manos hacia la izquierda, como quién borra un
pensamiento. La oscuridad volvió a la habitación. Y el silencio, el silencio,
se volvió música.
Todo había acabado, por fin la Paz. La paz de
saber que empezaba una nueva vida y nunca, nunca, nunca nadie le volvería a
hacer daño.
Eva Ortiz, Nacho Sendón, Diego Escolano y Ramón Escolano.
Pròleg a "La Llar de les mares"
T’imagines que els
teus amics pogueren dur-te més enllà de les teues capacitats i
traguessen de tu aqueix “vat” que dus dins i que desconeixies fins on
podies aplegar?
Doncs això han
aconseguit aquests quatre magnífics d’entre ells. Han sigut capaços de
crear un estil que m’agosararé a nomenar-lo “Relat a quatre mans” on, si
bé dins de la història de la literatura, el cinema, i la pintura ja
s’han publicat llibres, pel·lícules i quadres fets per més d’un autor,
les formes i fórmules de donar vida als personatges d’aquesta història
que podràs gaudir, ve sense cap guió preestablert ni idea preconcebuda,
on un comença just on altre acaba. És un happening literari, una
performance art de les lletres amb un resultat que tu mateix podràs
experimentar.
Quatre caps, una història. Series capaç de distingir qui és qui en cada moment i on comença i acaba cadascú?
Probablement et
trobes davant del primer “Relat a quatre mans” de la teua vida, així que
sense més preàmbuls, et convide a que sigues dels primers que
gaudeixes, en castellà o valencià, d’uns 10 minuts d’aquesta nova
experiència com he fet jo.
Fernando J. Antón
La Llar de les
Mares
El cant
tímid de la cagarnera va ser prou per a fer que despertara. Sempre ha tingut el
son lleuger. Massa lleuger per al seu gust. Qualsevol mínim moviment al seu
voltant la feia despertar, la qual cosa li provocava un cert enuig. Encara que
ella no es cataloga com una dormilega, li agrada aprofitar els seus moments de
descans. Però no pot, té el son lleuger i li molesta. Tampoc reconeix tindre un
mal despertar, i potser no ho tindria si només es despertara una vegada al dia.
Però això era una utopia des de feia anys, i més encara aquests últims dies. El
dia començava a fer aparició, modesta i tímida, a través dels taulers que
tapaven totes les finestres de la casa. La llum era tènue, però els ulls
estaven ja massa acostumats a la penombra i podia controlar perfectament cada
racó de cada estada de la casa. Una casa gran, de dos plantes i amb un
soterrani, a la que l'escassetat de mobles la feia paréixer molt més gran.
Malgrat ser una casa vella i abandonada des de feia molts anys es mantenia
ferma, sense indicis de vellesa.
Cosa que no
ocorria amb el seu ocupant. Els anys, la pena, fins i tot la falta d'un son
reparador, havien cisellat en el rostre un paisatge que parlava de temps remots
i vivències traumàtiques. De decisions equivocades i de les seues conseqüències.
De nostàlgia i remordiment. De dolor. Immens i intens dolor. I ara, que havia
tornat a la casa en què va passar la seua infància, la casa paterna, tancada
precisament després de la mort dels seus pares, sentia novament en la memòria
eixa punxada feridora dels errors comesos que tornaven al present per a mostrar
quant paradoxal podia ser la vida. Durant tot el temps que aconseguia recordar,
hi havia dos hòmens amb una presència contínua en la seua vida. U, l'home a qui
havia estimat des de molt jove i al que no havia pogut tindre i un altre, amb
qui s'havia casat i pel que mai va aconseguir arribar a sentir res més intens
que la simpatia. Ara, ambdós tornaven a reunir-se en la seua vida i es
convertien en la causa de la seua fugida. El seu marit, el seu company, havia
aparegut assassinat en l'habitació d'un hotel pròxim al seu domicili. La
policia treballava en la hipòtesi d'un ajust de comptes, però ella sabia de
sobra qui era el culpable i que l'ajust no havia sigut de comptes. L'altre,
l'amor de la seua vida, havia estat en l'hotel i havia decidit posar, per fi,
les coses en el seu lloc.
Eixa idea,
la idea que el seu home tornara alguna vegada, li consumia cada minut, cada
segon, durant tots aquests anys. En realitat, sempre ho va esperar, sempre.
Malgrat que morira poc després del seu matrimoni, víctima d'un desgraciat
accident (eufemisme usat des de sempre per les famílies burgeses per a
referir-se al suïcidi) . Ella havia estat en el seu funeral. Ella havia vist el
cadàver. Ella va ser testimoni de la seu incineració... I, no obstant això,
cada dia, cada minut, cada segon, des d'aquell moment, havia estat esperant la
seua tornada. Per impossible que fóra. Fins i tot a costa de caminar
contínuament a la vora de la bogeria, ella sempre va esperar el seu retorn. I
el moment havia arribat.
Ara se
sentia culpable. Potser ella l'havia tret d'entre els morts, potser ella
l'havia invocat amb el pensament dia rere dia, minut rere minut, instant rere
instant. Potser sense saber, o sense voler, havia assajat un conjur en les nits
d'insomni, en l'espai que resta entre la vigília i el son, i els pensaments
inconnexos s'havien transformat en un conjur màgic o un preg esotèric. Potser
la mare tenia raó i els poders saltaven una generació. Ara resultava que les històries
de l'avia no eren una al·lucinació senil o una estratègia de mamà per controlar
els seus impulsos infantils. Ara resultava que no podia dormir perquè l'instint
la duia a dansar al voltant d'un foc, o a volar amb la granera de cànem, o a
levitar sobre el present i el futur per modificar el seu ordre natural. I ara,
en aquesta foscor, un fil de llum li cremava la retina, li descobria. Amagada
de la policia, amagada del món, la casa dels pares esdevenia un úter matern, un
lloc on desaparèixer i recuperar la pau de la innocència inconscient. Un espai
per retrocedir fins l'origen i la inexistència. Però no, havia de marcar un
pla, una línia esotèrica per desfer el mal o refer la realitat. Però, realment
era això el que volia?
Estava
descobrint que jugar amb la màgia no era tan bona idea. Podia paréixer-ho, el
fet de tenir a l'abast, davall el jou del teu poder, a un esperit, a un dimoni
o a qualsevol altre esser d'ultratomba sonava bé. Però la realitat era ben
distinta. Eixe poder t'anava acostant més a les ombres. Endinsant-te en foscos
paratges de la mística. Paratges que la majoria de la gent pensa que són fruit
de la fantasia, de la literatura, i que, en el fons és millor que continuen
pensant d'aquesta manera. Però ella havia indagat, havia ressuscitat l'art dels
seus avantpassats, i el resultat esdevenia catastròfic. Se li estava escapant
de les mans, qual grapats d'aigua.
Un so en el
terrat. Segurament, el vent colpejant les contrafinestres. Normal en una casa
antiga en què res encaixa en el seu lloc. Però contribuïx a augmentar el seu
nerviosisme. S'alça per a assegurar els tancaments, però no és capaç de
moure's. Juraria haver vist l'ombra d'una ombra creuar el saló després d'ella.
No s'atrevix a mirar. Tampoc a moure's. No obstant això, el silenci torna a
instal·lar-se en la casa tranquil·litzant-la una mica, encara que no el
suficient com per a intentar pujar al terrat. Deixa passar uns minuts com a
segles en què res ocorre i torna a assentar-se en la butaca. L'únic soroll que
s'escolta ara, que ho ompli tot, són els batecs del seu cor. Un cor que es
dispara quan un llampec il·lumina l'habitació i li deixa veure una figura
humana a pocs metres d'ella. Se li escapa un crit, o això creu ella, perquè cap
so ix de la seua boca. Intenta córrer, però no és capaç ni de posar-se de peu.
Un altre llampec i ja no hi ha dubtes. L'amor de la seua vida està en la
cambra, de peu enfront d'ella, i pareix esperar el seu abraç.
Com si d'un
somni es tractara, escolta les seues paraules com sonarien dins d'un pot ple de
gelatina, en un to que reconeix, amb una cadència que li és aliena, amb una
estranya parsimònia.
"¿Què vols de mi?...¿Qui eres? Què eres?"
L'última pregunta és més un pensament que una pregunta. Una pregunta callada.
Aquella situació, aquell cúmul d'esdeveniments, no massa clars, de raonaments
tal vegada equivocats, de sensacions estranyes...¿Què eres? Es va tornar a
preguntar davant de la figura que -ara més clarament- la mirava amb
tranquil·litat, amb una mirada afable, afectuosa, tendra, i serena. "Maria,
no temes, gens roín ha de passar-te". Va escoltar la veu, que podria ser
d'allò, però els llavis no es van moure, ni el gest es va alterar en absolut.
La veu, simplement, va sonar. Suau. Tranquil·litzadora. No obstant això, a ella
se li amuntonaven els pensaments. I com més es concentrava, com més
s'espantava, com més raonaments il·lògics, o lògics, o estrambòtics, remenava,
allò pareixia desdibuixar-se, com quan una televisió perd momentàniament el
senyal, per a tornar-lo a recuperar. Va comprendre, llavors, que el sortilegi,
eixe que havia estat creant tan minuciosa com inconscientment, tenia entitat
pròpia. Formava, en certa manera part d'ella, encara. No obstant això, d'alguna
manera incomprensible, va saber que ja no era capaç de controlar-ho. Allò no
era Juan, el seu amor etern. Mai ho va ser. I no sabia, millor, no coneixia,
què fer ara. Ell, o allò que fóra ell, seguia mirant-la, tranquil, seré,
afable. Un ganivet de grans dimensions -ara podia veure-ho en la seua mà dreta,
va reflectir per un moment, la llum de la lluna que s'havia obert pas entre els
núvols de tempesta. Un reflex de sang i plata. Maria es va estremir, en
silenci, quieta, intentant aparençar davant d'allò, davant d'ella mateixa,
davant del que fóra, tranquil·litat. Havia d'actuar, i havia de ser ja.
De sobte, la
veu de la iaia Berta va sonar al seu cap: “No tot és el que sembla, jo soc
Lliberta, però un indigne senyor baixet em va obligar a dissimular el meu nom”.
Semblava ridícul aquell pensament quan tot indicava una mort quasi imminent a
mans del que mai va ser l'amor de la seua vida. Un ser mesquí i covard, que no
va poder suportar la seua indignitat, la seua traïdoria i va fugir al món dels
morts.
La veu de la
iaia tornava al seu cap: “Tu tens el poder, no ho oblides, tu sempre tindràs el
poder”. Bo, això semblava més útil.... però el poder de què, i el més
important, de com.
El
pensament, més ràpid que la velocitat de la llum, bullia, brollava. Ara
apareixia Consu, en els temps que duia la Secretaria de la Dona, xerrant sobre
“empoderament” i aquelles jornades tan interessants amb prestigioses i valentes dames lluitadores.
Va alçar la
veu més fort. Tenia darrere, recolzant-la, segles d'història de dones-bruixes,
de bruixes-dones... “Sé qui eres, i el més important, sé qui no eres. Que
vols?” Un tro va sonar estrepitós subratllant la seua pregunta. Fora plovia a
bots i barrals. “Soc el teu amor, res has de témer. Em deixares fa anys i he
sabut perdonar. Ara estarem junts per l'eternitat, ja ningú ens allunya, ja
ningú ens farà mal”. Maria portava anys sentint-se culpable i adornant la
veritat en un compte de fades, quan realment, al centre, hi havia un esser
sense importància, sense vàlua, una façana brillant d'una casa en runes. Encesa
en flames va escridassar: “Mentider, covard! Mai m'estimares, mai vas estar per
mi! Egoista, fantasma! (això era evident, va pensar en un cop d'humor) Em vas
fer creure que la culpa de la teua mort era meua. Tu em deixares, em torturares
deixant-me una i altra vegada, fent-me creure que no et mereixia. Aquest era el
teu plan, dominar-me en vida i morir per dominar-me des del més enllà. Tot
perquè sabies que ja no hi havia tornada i per fi havia trobat les forces per a
lliurar-me de tu. Sabies, per Berta, de la meua connexió amb els morts i has estat
anys maltractant-me física i psicològicament en somnis. Però no, ara sé la
veritat, ara no em pots fer més mal, perquè res és el que sembla i tinc el
poder.”
Maria va
projectar les mans cap a davant, obertes, mostrant uns dits forts i llargs. Una
llum tèrbola semblava eixir de les llargues ungles. La cambra es va il·luminar
i amb una força desconeguda va pronunciar: “NO ERES NINGÚ. NO TENS CAP PODER
SOBRE MI. ENFONSAT EN LES TENEBRES D'ON VENS I TORNA A SUÏCIDAR-TE, CADA DIA,
PER L'ETERNITAT”. Amb desdeny llançà les mans cap a l'esquerra, com qui esborra
un pensament. La foscor tornà a la cambra. I el silenci, el silenci, es va fer
música.
Tot havia
acabat, per fi la Pau. La pau de saber que començava una nova vida i mai, mai,
mai ningú li tornaria a fer mal.
Eva Ortiz, Nacho Sendón, Diego Escolano y Ramón Escolano.
Me gustó mucho la historia. El final muy bien, al fin la pobre mujer se libera.
ResponderEliminarSiempre es bueno hacer cosas diferentes. No se nota las diferentes narraciones.
No sé si arriesgarme a decir qué parte escribiste vos Ramón,ya que sos al único que leí con anterioridad, me inclinaría por la primer parte...
Saluditos a todos, buen trabajo.
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