Odio madrugar, odio los aviones, odio viajar
y todo lo que conlleva: hacer y deshacer equipajes, esperas en aeropuertos,
hoteles, coches de alquiler... Pero sobre todo odio que me toquen los cojones a
primera hora de la mañana, cuando mis niveles de razonamiento están
desperezándose todavía.
- Hombre, John, ¿tú por aquí? No te esperaba
tan pronto.
Sin embargo a Tom todo eso le encanta,
especialmente la parte de tocarme los cojones.
- Vete a la mierda, Tom, ¿quieres?
- Bueno, es casi lo que vamos a hacer en
breve.
- Ya, no hace falta que me lo recuerdes.
Porque no me gusta exhibirme en público, pero estoy desbordante de entusiasmo.
- Sí, sí, se te nota a una milla. Nada más
verte venir lo he notado. Esa manera de arrastrar los pies, la mirada asesina
hasta con las viejecitas que se te cruzaban, las maldiciones...
- ¿Nunca descansas?
- Sí, tío, cuando no estamos juntos, para
poder estar fresco cuando lo estamos.
- Ya... No me hagas favores, ¿vale?
- No te preocupes, me sale solo.
- Que asco me das, Tom.
- ¡Qué bonito es el Amor!
- Sí, eso dicen. ¿Cuándo embarcamos?
- En el tiempo justo de tomarnos un par de
cafés.
- Sean.
En condiciones normales no bebo café tan
temprano, pero las condiciones eran cualquier cosa menos normales. Así pues,
nos dirigimos hacía la cafetería de aeropuerto. O mejor dicho, yo me arrastré y
Tom se dirigió con paso firme.
- En serio, Tom, ¿cómo puedes estar tan
fresco a estas horas? Joder, si yo no parpadeo por si me vuelvo a dormir.
- La costumbre, John, la costumbre. Soy el
pequeño de siete hermanos. Cuando yo aún ni andaba alguno de mis hermanos ya
iba a la universidad o tenía trabajo, así que el día comenzaba muy pronto en mi
casa. Si a eso le unes que me casé pronto y ya tengo tres hijos...
- Yo no sé si me acostumbraría.
- Sí hombre, búscate una buena mujer, ten
niños y verás si te acostumbras o no.
La cafetería tenía todo el glamour de una
cafetería de aeropuerto: ninguno. Mesas vacías con los restos de los anteriores
inquilinos, mesas ocupadas por gente de negocios, ojeando los últimos informes
financieros, leyendo periódicos o intentando recordar discursos de fusión de
empresas. Un par de ancianas maldecían estos tiempos y se regocijaban en los
suyos, infinitamente mejores según ellas. Nos acomodamos entre los escombros de
una de las mesas vacías, lo suficientemente alejada del resto, para poder
hablar de nuestro viaje al sur.
- No entiendo porque nos envían allí por
algo así. - Dije, mientras mi cerebro daba sus últimos bostezos.
- Nos pagan por cosas como ésta. - Tom se
mantenía en su línea habitual de sarcasmo.
- Ya, no lo suficiente, pero sí, nos pagan.
Pero por lo que pone el informe, no es nada del otro mundo.
- No lo sería si hubiera pasado en Nueva
York o en Seattle, pero aquello es un pueblo de mala muerte. No deben estar
acostumbrados a ese tipo de cosas.
- Pero aun así, ¿por un caso nos llaman a
nosotros?
- ¿Tú te has leído el informe o te acostaste
sobre él para ver si lo absorbías por osmosis?
Mi cara de asombro fue suficiente para que
Tom entendiera que había leído menos que entre líneas y que no tenía ni la más
remota idea de lo que se cocía. No hizo falta que abriera la boca, o para ser
correctos, no hizo falta que articulara palabra para que él continuara con la
explicación, ya que la boca la tenía abierta debido a mi perplejidad.
- Han sido cuatro. En menos de una semana.
Eso en una gran ciudad pasa en un día y no se le da demasiada importancia. Lo
lleva la policía sin más. Pero en un pueblo... Normal, lo que se dice normal,
no viene siendo.
- Joder.
- Sí. Lo sé. El próximo día, ¿vendrás con
los deberes hechos?
- No, ¿para qué? Si lo hiciera te jodería la
diversión.
- No te preocupes por eso, eres un pozo sin
fondo para mí.
- Que capullo que eres.
- La mitad que tú, por eso me lo sueles
poner tan a huevo.
- Anda, cállate y acaba el café, que nos
están llamando ya.
Al final, gracias al mal tiempo, fueron
cuatro los cafés los que pudimos saborear antes de embarcar. Podrían haber sido
algunos más, pero apreciamos nuestros estómagos lo suficiente como para saber
que no debemos tomar más de cuatro cafés de antros como esos.
Continúa aquí.
Introducción muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo.