Llega la Navidad, querido diario, la primera después del Apocalipsis.
Y por lo visto somos más los no muertos que la vamos a celebrar que los vivos.
Realmente aun no entiendo que seamos nosotros los que actuemos como si nada
hubiera pasado. Pero es así. Hoy estaba en el bar del pueblo, que regenta una
amable familia zombi, con Javier uno de mis nuevos amigos, y surgió ese
comentario.
-
Hola chicos, ¿qué os pongo? – Preguntó Santiago,
el dueño del bar, con esa simpatía zombi que empieza a irritarme.
-
Un poco de sangre frita, hígado y manitas de
gordo. Y una cerveza, eso que no falte. Cerveza como si fuera esto una
comunión. – Javier es uno de los zombis más famélicos con los que me he cruzado
hasta el momento.
-
A mí una ensaladilla y una cerveza también. –
Sentí la mirada acusadora de los presentes en el bar tras mi pedido. - ¿Qué
pasa? ¡Que estoy enfermo! ¡Dejadme no morir! Bastante es que tengo que comer
carne cuando me lo pide el cuerpo…
-
Vale tío, que rarito eres. - Dijo Javier – No sé
cómo lo aguantas. Yo no podría. Pero el día de Nochebuena si cenaras con
nosotros, ¿no?
-
¿Celebramos la Nochebuena?
-
Claro, tío, ¿qué somos? ¿Animales? – Me reservé
mi opinión al respecto y dejé que Javier siguiera tratando de convencerme. – Además
es el día que nació Dios, nuestro señor…
-
Bueno, sobre ese tema…
La voz venía de la punta más alejada y sombría de la barra.
Pertenecía a alguien que estaba jugando a las tragaperras.
-
¿Qué pasa, no crees en Dios? – Pregunté
-
No es eso. – Contestó el dueño del bar – En realidad
él mismo es un dios.
-
¿Es Dios? – Suena repetitivo, pero como tantas y
tantas veces durante estos ciento cuatro días, no salía de mi asombro.
-
No, soy un
dios. Uno de los muchos que ha habido y que habrá. – Su voz sonaba como con
reverb. Sonaba a sermón de iglesia.
-
¿Qué? ¿Cuántos ha habido?
-
No sabría decirte. Cientos, quizá miles. Algunos
seguimos existiendo, otros ya no. Depende de que crean en nosotros o no. Yo
sobrevivo gracias a la familia de Santiago, que me hacen ofrendas, de dinero,
para que yo pueda seguir existiendo y jugándome hasta el último céntimo. A
cambio yo les procuro buena caza y que no les falte la clientela.
-
¿Y lo de jugar a las tragaperras? – Pregunté,
como si lo más normal fuera estar hablando con un dios cara a cara.
-
Bueno, ya sabes, se empieza jugando a los dados…
Y una cosa lleva a la otra… Hasta que eres un ludópata. Nos pasa a muchos,
sobre todo a los que no tenemos tanto trabajo últimamente. El tiempo libre y el
aburrimiento… Ya sabes…
-
Sí. – Asentí con la cabeza como si supiera de
qué me hablaba – Entonces, ¿hay como una especie de ranking? ¿De dioses más
venerados?
-
Así es, hijo. Ahora mismo triunfa mucho Jehová. –
Algo que ya pude comprobar yo en mi último hogar. – Y también lo están petando
ahora gente como Osiris, Tánatos, Mors, Keres… Todos los relacionados con la
muerte y el inframundo, en general.
Yo seguía asintiendo con la cabeza, más por quedar bien ante
una deidad, por poco veneradad que fuera, que porque realmente entendiera lo
que estaba pasando.
-
¿Entonces te animas a lo de la cena? – Preguntó Javier
a duras penas. Las palabras salían masticadas, entre los dos carrillos llenos
de hígado y sangre frita.
-
No se Javi, ¿también tenemos que hacer regalos?
¿Hay amigo invisible?
-
No. No podemos hacer lo del amigo invisible.
-
¿No?
-
No. ¿No has oído al dios. A poco que pensemos en
alguien que no existe tenemos el poder de hacerlo real. Llenaríamos esto de
seres no vivos. Cosa que no conviene porque no nos los podemos comer. Y le
estaríamos quitando el pan a los dioses, ¿verdad?
El dios asintió sin siquiera girar la cabeza, mientras
continuaba metiendo monedas y maldiciendo a la máquina. En realidad sus
maldiciones no parecen surtir efecto. Al menos sobre un puñado de micro chips,
tornillos y luces de colores.
-
Va anímate,
Vito. – Esta vez era Santiago el que me intentaba convencer. – Vamos a cocinar
unos buenos solomillos y unas piernas de político.
Esto me extrañó, porque parecía ser que había una norma al
respecto. Yo lo descubrí por las malas, semanas atrás.
-
¡Eh! ¡Vito! ¿Qué mierda haces? – Era Roberto el
que me gritaba.
-
Comer, ¿no lo ves?
-
¿Pero estás tonto o qué?
-
Si es por las verduras… ¡Es que estoy enfermo!
-
No… Bueno, también, Vitofu, pero no. No era por
eso ahora. ¿No sabes que no atacamos a políticos ni a banqueros?
-
No, no lo sabía. ¿Por qué?
-
¿Acaso quieres pasar la eternidad rodeado de
gentuza?
Me quedé pensando en ello. La verdad es que tenía razón.
¿Quién quiere eso cuando lo que tienes
por delante es la eternidad?
-
¿Entonces no nos los comemos?
-
Sólo los atacamos si nos los vamos a comer
enteros…
-
No pretenderás…
-
Sí.
-
No me jodas…
-
¡Espero que hayas traído bastantes verduritas,
Vigetariano! – Gritó tan fuerte que el resto de zombis de mi comunidad se
unieron a la fiesta. Y comenzaron a
vitorearme (nunca mejor dicho) y me vi obligado a acabar con un alcalde de
ciento veinte kilos en canal. Los días siguientes mi estómago me pasó factura.
Y para regocijo de mis vecinos, tuve que pasar tres días comiendo patatas
hervidas y fruta.
Así pues, querido diario, parece que estas navidades las voy
a pasar con mi nueva familia, degustando a un concejal de urbanismo. Sólo
espero que la corrupción no sea contagiosa, ni que deje mal gusto a la carne. Yo,
por si acaso, me llevaré una menestra… ¡Felices fiestas! (Supongo…)
Continúa aquí...
"Vamos a cocinar unos buenos solomillos y unas piernas de político". Me encanta. Humor negro negrísimo. Y del bueno, además.
ResponderEliminarSaludos, Ramón, y ¡Feliz Navidad 2014!
Gracias Ramón. Sólo espero que sean muchos los hambrientos. Porque políticos corruptos hay demasiados (todos, diría yo...) Gracias por pasarnos el enlace, como siempre.
ResponderEliminarFeliz nochebuena y feliz navidad a ti también, pero felices de las de verdad, de las de corazón (las otras no van conmigo, ya lo sabes).
Hoy mi besuco se convierte en besazo.
Feliz Nochebuena!!! Atracón de político que se pegó!!! 120 kilos. Muy bueno, Ramón.
ResponderEliminarMe ha encantado, Ramón. Una Navidad algo atípica!
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