Debíamos llevar dos días en Minkville. No podía decirlo a ciencia cierta, el laberinto circular en el que nos habíamos metido me estaba afectando hasta en mi apreciación del tiempo. Era como si nos hubiéramos transportado a una dimensión paralela. Nada parecía cambiar. Amanecía y anochecía, sí, pero para mí era como si siempre estuviera viendo el mismo amanecer y el mismo anochecer. De todos modos no serían más de dos días los que llevábamos allí. Sí recuerdo que era viernes y que los Patriots habían ganado a los 49ers la noche anterior.
También recuerdo a Tom despertándome de mi
sueño. Soñaba que estaba de nuevo en casa, con los pies encima de la mesa de mi
despacho, escuchando el partido por la radio.
- Alegra esa cara John. - Dijo Tom para
hacerme volver a la realidad.- Estamos de moda.
- Ve al grano, no estoy de humor para
acertijos.
- Pero si tú nunca estás de humor para nada.
- Al grano, Tom...
- ¿Nos hemos levantado con el pie izquierdo?
- Sí, y será el derecho el que se abalance
sobre tu entrepierna como sigas por ahí.
- Tío, necesitas unas vacaciones.
- Pues mira, no te diré que no.
- Pues estás de suerte entonces.
- Miedo me da preguntarte.
- No lo hagas, ya te lo digo yo. Nos envían
a otro pueblo.
- No me jodas.
- No, tranquilo, soy muy fiel a mi esposa.
Además, no eres mi tipo.
- ¿Sabes? Me empiezas a caer mal.
- ¿Empiezo? Qué decepción, creía que ya te
caía mal.
- Sí, cierto. Me caes peor aún entonces.
- Ya me siento mejor. Bueno, dejemos los
halagos a un lado, nos esperan.
- ¿Cuántos?
- No lo sé. Supongo que como siempre, el
jefe de policía de allí y alguno más.
Con éste tipo de cosas, Tom conseguía
sacarme de quicio. Pero también es verdad que conseguía hacer más llevaderas
las investigaciones. En el fondo me gustaba que fuera así, y él lo sabía,
aunque yo no lo reconocería nunca.
- Ah, ¿víctimas dices? - Mi silencio junto a
mi mirada asesina le hicieron centrarse un poco. - Bueno, no me mires así, ya
sabes lo que nos decían en la Academia: No hay una mala respuesta, sino una
pregunta mal planteada.
- Sí, Tom, sí, las víctimas digo...
- Cuatro más. O sea, que llevamos ya...
Cuatro, más cinco, más cuatro: trece.
- Como siga la cosa así vas a necesitar una
calculadora.
- Tranquilo, era bueno en matemáticas.
- ¿Y por qué no te dedicaste a eso en lugar
de amargarme a mí la vida?
- ¡Eh! Cuidado, que ya eras un amargado
cuando te conocí, no me cargues a mí ese muerto.
- Ten amigos para esto... Hablando de
muertos. ¿De dónde son éstos?
- Eso no lo sé. Sé dónde vivieron sus
últimas horas.
- Lleva cuidado por dónde andas Tom, con esa
chispa que tienes no te acerques mucho a las gasolineras.
- Espero que no tengamos que repostar
entonces.
- ¿Me lo dices ya o tenemos que seguir
jugando?
- Qué carácter, chico, ¡qué carácter!
- Sí, elegí un mal compañero para dejar de
fumar.
- Bueno, tío, deja ya de filosofar que nos
vamos. Destino: Sellington; distancia: unas setenta y cinco millas; tiempo
aproximado del viaje: una hora y quince minutos.
- ¿Dirección sur?
- Casi, suroeste.
- Podía haber sido peor.
- Eso siempre, John, eso siempre.
- Cállate Tom. Cállate, que cada vez que
sueltas alguna de esas nos toca hacer el equipaje.
- Estamos de moda, John, estamos de moda.
- Pues que hagan camisetas con nuestra foto
y nos dejen tranquilos.
- Quién sabe.
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