Después de una semana no habíamos conseguido
pasar del aparente suicidio. No dábamos con nada que indicara lo contrario,
salvo las reticencias del jefe y de los lugareños que interrogamos. No había un
nexo, quitando el hecho de los suicidios en sí.
Las víctimas eran de distinta edad, distinta
clase social, distinto sexo... Por mucho que buscábamos no encontrábamos un
patrón. Podía no haberlo, claro, podía haber sido una casualidad. Quizá el
primer suicidio fue la espoleta de algo que el resto tuviera aletargado y le
explotó en la cara a la policía de aquí.
Era una posibilidad. Con las pruebas era la
única posibilidad. Por mucho que nos costara aceptarlo estábamos en un
atolladero.
Un atolladero que amplió su campo de acción.
- Te vas a reír. - Dijo Tom entrando al
despacho que nos había facilitado el jefe de la policía de Ashtown.
- No me vendría mal, pero permíteme que lo
dude. - Contesté yo, sin levantar la vista de unos informes que me sabía de
memoria y que me llevaban siempre a la misma conclusión. - Prueba de todos
modos.
- Me han llamado de la Oficina, nos mudamos.
- ¿Volvemos a casa?
- Eso sería genial, ¿verdad?
Por un momento llegué a ilusionarme con la
vuelta a casa, incluso conociendo a Tom y sabiendo cuánto le gusta jugar
conmigo. Pero eran tantas las ganas de salir de allí, que me dejé engañar una
vez más, hasta que él rompió el hechizo.
- Tranquilo, volveremos, pero no todavía.
- Me das asco, Tom, ¿lo sabías?
- Sí.
- Bueno, ¿qué quieren los de la Oficina
entonces? Dispara ya.
- Tenemos cinco suicidios aparentes más.
- No me ha dicho nada el jefe.
- Puede que sea porque no han sido aquí. De
ahí que haya dicho que nos mudamos...
- Ah, cierto, es que sólo te escucho las
frases impares.
- Así te va...
- No creo que me fuera mejor escuchando
todas tus sandeces.
- Je, qué gracioso, ¿te desayunaste un
payaso? Mira, dejemos las riñas matrimoniales para el viaje. Nos vamos.
- ¿Ya?
- No hombre, cuando a ti te venga bien.
Total, las víctimas ya no tienen prisa tampoco... Pues claro que ya tío, ¿qué
pasa, te has encariñado con el pueblo?
- Un día te atragantaras con tus sarcasmos y
yo estaré allí para reírme.
- Sí, pero mientras tanto yo me lo paso en
grande. Venga, recoge y vámonos.
- ¿No me adelantas nada más?
- Nos vamos a otro pueblo.
- No sé porque eso ya lo intuía.
- ¿Entonces para qué preguntas?
- Tom...
- Está bien, nos vamos a un pueblo de aquí
cerca. Uno de esos con un nombre de los que nunca me acuerdo.
- Vamos bien entonces.
- Lo tengo apuntado, si te sirve de
consuelo. Está a unas ochenta millas de aquí, dirección sur.
- ¿Más al sur aún? ¿No pueden enviar a
otros? Yo me quiero ir a casa...
- No me seas crío, John, nos pagan por cosas
así.
- Deja de hacer de pelota de la empresa,
¿quieres?
- Vale, pero vámonos ya, nos están
esperando. Te sigo contando en el coche.
- Odio este trabajo...
Continúa aquí...
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