I
Cuando sonó el teléfono debía hacer poco más de veinte
minutos que el sueño me había abrazado por fin. Llevaba toda la noche
intranquilo. Aquella voz seguía resonando en mi cabeza. A ratos como una dulce
nana que me adormecía, a ratos como una tiza rota rasgando sobre una pizarra.
Era una sensación extraña.
-
¿Diga? – Mi voz salía como arrastrándose fuera
de unas arenas movedizas.
-
Señor, son las ocho y media. – Dijo una voz al
otro lado del aparato.
-
¿Y?
-
Nos dejó dicho que le avisáramos a esta hora,
señor. – Era una voz amable. La típica voz afable que lleva años en el negocio
de la hostelería y ha aprendido a modularse para no resultar molesta.
-
Ah… Cierto… Gracias, muy amable. – Colgué. La
voz afable quiso seguir siéndolo, pero yo no le di coba.
Me vestí tan rápido como pude y bajé a tomar un café. No en
la cafetería del hotel. Fui al local de la noche anterior. Debía tratar de
averiguar quién era su dueño y, si alguien me podía ayudar, tenía que ser el
camarero.
-
Hola, buenos días. – Era otra voz amable, en este
caso la del camarero. La acompañó con una leve sonrisa. Qué le pasaba a todo el
mundo aquí. Cómo podían estar tan simpáticos tan temprano.
-
Hola. – Murmuré, mientras me posicionaba en un
taburete. – Un café, solo, y una tostada con mantequilla.
-
Marchando.
El café llegó rápido. La tostada tardó tanto que pensé que
estaban ordeñando a la vaca para hacer la mantequilla. Aproveché el tiempo para
indagar sobre aquella voz.
-
¿Recuerdas que estuve aquí anoche?
-
Sí, perfectamente. – Esa sonrisa me estaba
matando. Por favor… Que no eran ni las nueve de la mañana…
-
¿Recuerdas al hombre que estaba a mi lado? Tenía
una voz muy particular. – Tardó unos segundos en contestar, parecía estar
buscando, mentalmente, el fichero de clientes de anoche.
-
Ah, sí. Claro, debe ser Theodore. Sin duda, por
lo de la voz debe ser él. – El nombre sonó en mi cabeza como un trueno en la
oscuridad. Y causó el mismo efecto de miedo repentino y después de calma tensa.
-
¿Es de aquí?
-
No, llegó hace unos días. Aunque si hablas con
él es como si lo conocieras de toda la vida.
Pagué sin que llegara la tostada y salí rápidamente de allí.
II
Mi trabajo está llegando a su fin, bien lo sabe Dios que sí.
Por eso ahora debo ser más cuidadoso, pero también más rápido. Más efectivo, sí
señor. El hombre de anoche, ese debe ser
mi punto final, bien lo sabe Dios que debe serlo. Sí, y así será. Debo acabar,
no puedo quedarme tan cerca del final, bien lo sabe Dios que no. Sería una
decepción, eso es lo que sería. Y no me lo podría perdonar, no señor, no podría.
Ni Dios tampoco me lo perdonaría. Claro que no. ¿Cómo podría si dejo su obra
sin acabar?
Pero tengo una sensación extraña, bien lo sabe Dios. Aquel
hombre, me pareció tan lleno de sufrimiento... Y dolor, sí señor, dolor
también. Pero había algo en él, daba la sensación de que estaba allí por algún
motivo superior. Sí señor, yo sé de esas cosas. Bien lo sabe Dios que sí. Por
eso debe ser él quien ponga punto y final a mi obra. Bien lo sabe Dios que sí.
Sí señor.
III
Tenía que llamar a Tom. Pero, como si de una alineación de
astros se tratase, antes de marcar yo, recibí la llamada de mi compañero.
-
Tengo novedades. – Exclamó sin mediar ningún
tipo de saludo.
-
Hola a ti también. – Traté de provocarle su
juego.
-
Ahora no, John, ahora no.
-
Ok, dispara. – Por su voz noté que debía parar.
– Yo también tengo algo importante por aquí. Pero tú primero
-
¿Tienes un mapa cerca?
-
Sí, espera, entro en el coche.
Desplegué el mapa de la zona y pedí instrucciones.
-
Empieza por el primer pueblo, el de los primeros
cadáveres, y ve uniéndolos todos en el sentido de las agujas del reloj. – Me
indicó Tom.
Comencé a hacerlo. Al principio no parecía llevar a ninguna
parte. Esperaba, por el bien de Tom, que no fuera una de sus bromas matutinas.
No lo era. Conforme iba uniendo pueblos iba apareciendo con claridad. Mi cara,
de haberla podido ver, debía mostrar una expresión entre el asombro, la
incredulidad y una pizca de pánico. Lo que iba apareciendo, según unías pueblos
era la palabra GOD. Y estaba a un pueblo de acabar la D. Este pueblo. Después,
con toda seguridad, desaparecería. Por nuestro bien esperaba que mi pista fuera
la definitiva.
-
Sospecho por tu silencio que lo has visto. –
Dijo Tom, como adivinando mi asombro.
-
Sí.
-
Pues ya sabes que ese pueblo es el final. Es ahora
o nunca.
-
Lo sé, pero creo que tengo al tipo.
-
¿Qué? – Ahora el sorprendido era mi compañero. –
¿Lo has detenido?
-
No, ni siquiera lo he interrogado. Ayer, cuando
acabamos de hablar, un tipo que había a mi lado comenzó a decirme cosas. En ese
momento no le di importancia, pero había algo en su voz…
-
¿Su voz?
-
Sí, tío, su voz. Si la oyeras… Era una mezcla
entre escalofríos y una más que agradable sensación de bienestar... – Al
recordar la voz me daban ganas de buscar a su dueño y ofrecerle mi eterna
amistad. O lo que me pidiera… Tom me despertó de mi ensoñación.
-
¿Te lo ligaste? ¿Es a dónde quieres llegar?
-
Vete a la mierda. El caso es que hoy he vuelto
al bar y he preguntado.
-
¿Para ligártelo hoy? – Tom seguía a lo suyo.
-
Qué paciencia tengo que tener. – No entré al
juego. – El tipo se llama Theodore.
-
¿Theodore?
-
Como lo oyes.
-
¿No decías que no había ninguno en el pueblo?
-
Por lo visto llegó hace poco.
-
¿Tú crees que es nuestro Theodore?
-
Vamos a averiguarlo. Ven tan rápido como puedas.
Yo voy a ver dónde vive y te mando la dirección
-
Hecho.
Continúa aquí...
Genial!!! El final es bueno pero la estructura de este relato me ha encantado por original. Tuve el presentimiento de que era especial y mira si lo he perseguido y no me lo he quitado nunca de la cabeza y por algo era.
ResponderEliminarMe gustaría saber cómo hiciste para escribirlo. Ya sabes dónde encontrarme.
Me ha encantado la historia y la estructura.
Un saludo, Ramón.