jueves, 23 de enero de 2014

Burbujas



Trató de distraer su mente observando a las burbujas juguetear en su copa de champán. El aburrimiento se había apoderado de ella. “¿Para qué me meteré en estos líos?”, pensó. Esos líos eran las citas rápidas. Una modalidad de ligar para gente con poco tiempo libre. Para gente que no gustaba de frecuentar los lugares de moda. “Una manera muy triste de tratar de encontrar pareja”, se repetía ella una y otra vez. Sin embargo siempre volvía a caer.

Por eso estaba allí esa noche. Observando con más interés a la copa que tenía en su mano que a los pretendientes que iban sentándose. Con las mismas historias previsibles. Con los mismos chistes preparados, manidos. Con la misma sonrisa falsa y el mismo perfume pretencioso.

Se levantó y se marchó. Sin darse cuenta de que había allí un tipo tratando de conquistarla, al que dejó con la palabra en la boca y una expresión de incredulidad. Recogió su abrigo del guardarropa y salió sin mirar atrás.

Intentó parar un par de taxis sin demasiada fortuna. En vista de lo cual decidió caminar un rato, para despejarse. Para tratar de olvidar tan aciaga noche. A los pocos metros se dio cuenta de que alguien la seguía. Con muy poco disimulo miró, para cerciorarse de que era así. Lo era. La seguía un tipo con muy mala pinta. Alto, con el pelo largo y barba algo más que desaliñada. Chaleco de cuero sobre una camisa sin mangas. No los veía, pero podía arriesgar a decir que a buen seguro tenía sus brazos llenos de tatuajes. Aceleró ligeramente el paso. Él también.

Aunque la calle estaba bien iluminada, no había mucho tránsito, ni de peatones ni de vehículos. Sus nervios iban in crescendo. “¿Por qué narices he tenido que irme del garito?, ¿Por qué no he esperado allí, en la puerta, a que pasara algún taxi?”, se  repetía a sí misma mentalmente. Volvió a acelerar el paso, su perseguidor también.

Giró una esquina y se topó con otro tipo. Nada que ver con su perseguidor. Éste tenía el aspecto de un dandy, un caballero a la vieja usanza. Bien vestido, con un traje gris oscuro, de raya diplomática. Zapatos negros, seguramente italianos. Y una corbata de seda a juego con el pañuelo que llevaba en el bolsillo superior de la chaqueta. Suspiró de alivio. Sonrió.

Los acontecimientos siguientes se le quedaron borrosos en la mente. Por la rapidez de los mismos y por el golpe que le propinó el hombre del traje a modo de saludo. Su cara pasó de la sonrisa al estupor con la misma velocidad. Veía imágenes, distorsionadas. Escuchaba voces a ráfagas, como en una emisora de radio mal sintonizada. Todo se iba desvaneciendo hasta que no hubo sonido o imagen alguna.

Días después las imágenes borrosas comenzaron a volver, junto con un pitido intermitente. El sonido lo reconoció de inmediato, era el que hacían las máquinas esas que había en los hospitales, las que controlaban el ritmo cardíaco de los enfermos, así como la presión sanguínea. Eso la tranquilizó un poco. La vista acabó por volver a la normalidad. Junto a ella había una enfermera, cambiándole el suero.

     ¿Dónde estoy? —Preguntó, a pesar de la obviedad.
     Ya se ha despertado, eso es bueno. Está en el Hospital Universitario.
     Y… ¿Co… cómo he llegado aquí? ¿Qué me ha pasado?
     Al parecer la atacaron hace un par de noches. Recibió un golpe en la cabeza, lo suficientemente fuerte para dejarla inconsciente tres días. La trajo un buen samaritano. Que por cierto no se ha separado de su cama en todo este tiempo. Está ahí fuera.

A duras penas fue capaz de vislumbrar la figura a través de la puerta. Se sorprendió al ver que la persona que la había salvado no era otra que la persona de la que ella huía. Le vio sonreír desde el pasillo. Ella le devolvió la sonrisa.

Desde entonces, y ya han pasado más de veinte años, siempre cuenta toda esta historia, cuando le preguntan cómo conoció al amor de su vida.



Relato inspirado a partirde la foto de Diego Escolano.

8 comentarios:

  1. Me encanta!!! ;-)
    La Maga

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    1. Gracias Marta. :-)
      No todo va a ser matar... jejeje

      Besos guapetona!

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  3. Muy bueno, guiarse por el aspecto exterior a veces conlleva esos riesgos. Muy buena narrativa. Un saludo.

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  4. Muy buen relato, el final me hizo sonreír. Saludos!

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    1. Me alegro que te haya gustado y haya conseguido sacarte una sonrisa, Gisela.

      Saludos!

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