Pongo tus discos a diario. Cada segundo que paso en casa suena tu música. Lleno cada estancia de las melodías que tanto te gustaban. Lloro con las canciones que te entristecían y trato de bailar, sin mucho éxito, con las que tanto te animaban. Pero nada es igual. Las notas van rebotando por las paredes, chocando con los muebles cual quinceañero al volver a casa tras su primera borrachera.
Nada es igual, porque tú ya no estás. Da igual la música que
suene. Da igual que impregne de tu aroma cada sillón, cada cortina. Que en los
espejos se amontonen tantas fotos tuyas que apenas puedo ver mi imagen
reflejada. Tampoco es que quiera verla. Lo que refleja es una imagen burda de
lo que yo he sido, una mala caricatura de la persona que tú conociste.
No te culpo. No podría. El tiempo que pasé junto a ti no me
permite culparte de nada. Ni siquiera de este doloroso vacío que has dejado. Si
me hubieran arrancado el corazón estaría más vivo.
De hecho es lo que hicieron. Aquel fatídico día, en que
aquel coche se te llevo de entre nosotros a mí me arrancaron el corazón. Y eso
nunca volverá, por mucho que me engañe poniendo tus discos. Por mucho que tu
aroma esté esparcido por todas partes. Por muchas fotos tuyas que suplanten mi imagen.
Nunca volverás.
Pero no te preocupes, mi amor, volveremos a bailar juntos
muy pronto. Danzaremos al son de los Stones o de Springsteen. Lloraremos juntos
mientras escuchamos aquellos tangos desgarrados de Gardel o aquellas melodías
de Chopin. Pronto. Muy pronto. Tan pronto como el corazón que me arrebataron
deje de bombear más sangre. Tan pronto como caiga la última de las gotas de mis
muñecas, volveremos a estar juntos. Eternamente.
Incluso para escribir una nota de suicidio hace falta estilo. Y tú lo tienes. Sin duda
ResponderEliminarMuchas gracias, me halagan tus palabras, a la par que me sonrojan.
EliminarSaludos!