Miraba a su alrededor, todo parecía familiar, pero distinto
de algún modo, en algunos matices. Desde luego estaba en su casa, reconocía la
vista que veía a través del ventanal. Reconocía el interior, pero había
diferencias. La decoración, por ejemplo, era mucho más moderna. Todo estaba
como más conjuntado, como con un propósito. Su decoración no era así para nada.
La suya era más por acumulación de objetos, de chismes y muebles que se suponía
que debían estar en una casa, que por haberse molestado en ojear alguna
revista, o haber pedido consejo a algún profesional. Así y todo estaba claro
que era su casa.
Desde luego las fotos que había allí parecían corroborarlo.
En ellas aparecían sus padres, tíos, primos, abuelos, toda clase de familiares
y amigos, excepto él. En su lugar aparecía una niña, una muchacha o una mujer,
dependiendo de la época de las instantáneas. Un grito le pilló por desprevenido
y le hizo dar un salto tal que casi toca el techo con la cabeza. Algo que
habría sido meritorio para su escaso metro setenta.
—
¿Quién es usted? —Dijo la voz que había gritado,
y que pertenecía a una mujer de unos cuarenta años. La reconoció, era la mujer
de las fotos.
—
¡Eso mismo podría preguntar yo! —Contestó sin
miedo a que la mujer le atizara con la sartén que blandía en su mano derecha.
—
¡Pero está usted en mi casa! —La voz de la mujer
sonaba cada vez más nerviosa. La sartén estaba con ganas de hacer su trabajo
contra la cara del intruso.
—
Bueno, bueno, eso es debatible... —Contestó aún
sin un ápice de temor y con todo un muestrario de inconsciencia. — ¿Puedo saber
su nombre, señorita?
—
Paula Madriñan Herbello. —La mujer no podía
creer que le estuviera dando su nombre a un desconocido, a un intruso.
Esto le desconcertó.
—
¿Perdón? —Preguntó contrariado.
—
Paula Madri… ¡Ya está bien! ¡Contésteme usted
antes de que llame a la policía! —Esto le pareció una amenaza un poco tonta, ya
que si iba a llamar a la policía de todos modos, era inútil que se
identificara.
—
Yo me llamo Pablo Madriñan Herbello. —Contestó a
pesar de todo.
Ahora estaban desconcertados ambos.
—
¿Es alguna clase de broma? —Preguntó ella, tras
unos segundos de silencio. — Porque de ser así no tiene ninguna gracia.
—
En absoluto, señora…
—
¡Señorita! —Se apresuró a interrumpir.
—
… Señorita Madriñan. ¿Sería tan amable de
decirme en que año estamos?
—
¿Eh? En… Eh… —Seguía desconcertada ante la
parsimonia del intruso. — En 2014.
—
Ajá. Curioso. Y estamos en San Fernando de
Henares, ¿me equivoco?
—
Eh… No… No se… No se equivoca. —La sartén
parecía haberse rendido, ahora colgaba junto a la pierna de ella.
—
Pues ha funcionado entonces. No como esperaba,
qué duda cabe, pero ha funcionado.
—
¿Eh? ¿Qué? Ha funcionado, ¿el qué? —Paula seguía
sin saber si reír, llorar, atizarle con la sartén o llamar a la policía. No
hizo nada de eso, le siguió el juego. — Explíquese.
Pablo le contó todo lo que había estado investigando, sus
averiguaciones, y cómo estas le habían llevado a ese momento, en ese lugar. Un
momento y lugar similares a los que él había abandonado, pero evidentemente
distintos. Por lo visto sí había sido una puerta, lo que no estaba muy claro si
había sido a otro lugar, a otro universo paralelo o, si por el contrario, la
única variable había sido que sus padres habían tenido una niña en lugar de un
niño.
—
Es algo que voy a investigar tan pronto como
regrese a mi casa, a mi tiempo. —Ella le miraba boquiabierta. Pero por mucho
que le costara admitirlo, tenía sentido. Ella había sentido las mismas
inquietudes, aunque nunca había dado paso alguno para saciarlas. — Un placer haberte
conocido Paula.
—
Igualmente, supongo… —Contestó, mientras le
estrechaba la mano que él le había ofrecido.
Sacó todos los elementos que había traído consigo, por si
salía bien el conjuro (como así había sido), y tenía que volver a casa. Los fue
mezclando en los recipientes que su alter
ego femenino le había facilitado, mientras recitaba el hechizo, con la
vista clavada en el techo.
—
… jardum
grafodel amtan…
Los acontecimientos se repitieron. El tiempo se paró, el
horizonte se abalanzó sobre él, el trueno y después la calma tensa. Pero el
resultado no fue el esperado.
Continúa aquí...
Foto cortesía de Diego Escolano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario