De repente estaban vivas y, en una exhalación, muertas. A Gabriel siempre le pasaba lo mismo cuando sabía que iban a matar a hembras jóvenes de piernas prietas y piel tersa: encendía un purito. Acostumbraba a hacerlo cuando pensaba en la muerte. Ver aquel humo le recordaba el ambiente cargado por el incienso que tanto disfrutaba siendo monaguillo, y que envolvía las casas en los velatorios.
*****
Carmela sentía el aire helado contra su rostro. El viento frío le
hablaba de huesos, humus y descomposición. A su espalda estaba el muro del
cementerio manchado de sangre. Su corazón corría en una huida frenética que sus
piernas deseaban emprender, fugándose del presente.
El hombre que estaba frente a ella aplastó su cigarrillo contra el
suelo, mientras otro la apuntaba con su fusil.
―¡Roja de mierda! ― vociferó el falangista que había acabado con
el último hálito del pitillo, enseñando sus fauces en aquel grito rabioso.
Clavó su mirada depredadora sobre Carmela.― ¿Ves esa tumba de aquí? ―La agarró
con violencia del pelo e hizo que se arrodillase. Dirigió su rostro hacia un hoyo
recientemente rellenado y lo restregó contra la tierra― Ahí está tu abuelita,
puta. Ya nadie podrá esconderse en su casa.
Carmela hubiera deseado
verse a los ojos en un espejo con una pistola en la mano y, al menos, ser dueña
de su muerte. Sin embargo dejó de tragar la tierra que, estaba segura, pronto
la arroparía y sintió como el hombre se desabrocha el botón del pantalón, frotando
su deseo contra su cara.
La mujer pensó en los suyos y empezó a llorar por dentro. No
quería darles ese gusto. Recordó las amapolas rojas que había recogido ese día,
por el camino, para rellenar el jarrón de su abuela. Desde niña, siempre había
visto aquel vaso rebosante de vida y color. Ahora, siempre luciría vacío.
Y de repente vino el silencio entrecortado por sus arcadas, el
mutismo coral de una noche que no tendría una mañana y el ruido de una rama
rota ahogado en sus náuseas.
―¡Joder! ―gritó el falangista subiéndose a prisa los pantalones y
dando una patada a Carmela que quedó tendida en el suelo. Alerta, escuchó como
las ramas se rompían desgarrando como un cuchillo el mutismo nocturno.― Deben
ser los putos maquis― susurró a su compañero, poniéndose en guardia.
Al escuchar el aviso, el del fusil giró sobre sus talones y apuntó
nervioso a la ciega penumbra. No tuvo tiempo para darse cuenta de que su cráneo
acababa de ser partido en dos por un hacha.
Trémulo, sintiendo como la sangre salpicaba su rostro, el que
quedaba en pie quiso abrir el estuche de su pistola. Sus ojos parecían querer
saltar hacia la oscuridad, cuyo peligro le atenazaba. Una rama se quebró, un
silbido surcó el aire, y el hacha, inclemente, abrió por la mitad el tronco del
falangista. Pero no fue savia la que brotó, sino sangre roja que salpicaba el
rostro de Carmela agradecida.
*****
Gabriel, hacha en mano, acababa de encender un purito. Siempre
hacía lo mismo cuando había disfrutado de una hembra joven, de piernas prietas
y piel tersa, y estaba frente a su cadáver. Era como quemar incienso en un
velatorio. Vio unas amapolas rojas tiradas en el suelo. Las recogió, olió y las
dejó sobre el cuerpo de Carmela, desnudo.
Autora del texto Sanda Parente. Si queréis leer más historias de ella (cosa que deberíais) visitad su blog: Los lunes a la lluvia
También les regalo mi primer cuento corto, ojala les guste. Titulo: "Guanamón" by Abel Álvarez http://abelalvarezcb.blogspot.com/2014/04/cuento-corto-la-espera-de-abel-alvarez.html?spref=tw
ResponderEliminarImpecable estilo, final inesperado y que no deja lugar a concesiones. Me ha encantado.
ResponderEliminarTodo el mérito es de Sandra, que tuvo la gentilieza de intercambiar blogs por un día conmigo, y de publicar este gran texto en mi humilde morada.
EliminarSaludos y gracias por la visita y tus palabras, Eowyn.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias, Eowyn, por tu comentario. Me alegra de que te gustara. Y también gracias a Ramón por compartir su blog ;)
EliminarBonita narración con un giro al final inesperado. Comparto. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Marybel .
EliminarEsta idéia de fazer a troca é genial
ResponderEliminarEu gostei muito a história é encantadora
Votos de um bom dia
Saludos
Muchas gracias por tus palabras, Susana. Me alegra de que te gustara tanto la historia como la idea de compartir blogs entre autores. Es una forma de darnos a conocer unos a otros y Ramón la acogió con mucho entusiasmo.
EliminarUn saludo para ti también.
Sin aliento. Imagino que todos los desgraciados son iguales, en efecto. Tengo un poema a medias sobre algo similar, pero es Bambi comparado con el relato. Muy depurada la escritura, en mi opinión. Saludos, Sandra, y enhorabuena a los dos (para un poco, Ramón, que es imposible seguirte... :)
ResponderEliminarMuchas gracias, Esther. Me alegra de que te pudiera gustar aunque admito que es un tema duro. Un saludo :)
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