—
Miro con tristeza que me he quedado sin
nada. Pero no sé qué, cuándo ni cómo lo podría haber hecho de otra
manera. Los acontecimientos vinieron rodados, a tal velocidad que ni yo mismo
veía en el lío en el que me estaba metiendo. En algún lugar leí que tenemos
que reconciliarnos con el pasado para poder seguir nuestro camino en paz.
Ahora sé que no es cierto. —Dijo con cierto aire de añoranza.
—
En serio, Sixto, ¿no crees que ya te zurramos lo
suficiente? ¿De verdad quieres darnos más motivos? —En realidad quise más parar
su tontería que amenazarle. A mí me caía bien.
Aquí, el poeta, era Sixto Javier Brazal Durbau, mi compañero
de celda. ¿Que quién soy yo?, os preguntaréis. Soy Félix Pahino Orjales. Una
persona normal, algo tozudo en ocasiones, casi siempre en las ocasiones
erróneas. Algunos podrían tildarme de ignorante, por el hecho de haber tenido
pocos estudios. No tuve ocasión, ni ganas, de solucionar esa parte de mi vida.
Tampoco es que me arrepienta de ello. Justo de eso no me arrepiento. La vida me
llevo a golpes por los caminos que ella creía mejor. Yo no puse resistencia en
un principio. La gota que colmó el vaso, la que me hizo abrir los ojos fue dar
con mis huesos en la cárcel.
Puede que en mi caso tuviera motivos para estar enjaulado,
pero el pobre Sixto debía ser el único concejal de urbanismo al que metieron en
la prisión y cumplió su condena. Y se llevaba lo suyo y lo de los demás. Y
cuando digo “demás”, no me refiero
sólo a concejales o políticos. El pobre cobró también por los banqueros, como
si a él no le hubieran estafado también. A mí me caía bien, a pesar de que a
veces, con esas reflexiones en voz alta, me entraban unas ganas de darle hasta
que rebuznara.
Mi estancia en la cárcel no fue tampoco como estar en un spa
en Marina D’Or. Si es malo ser policía y acabar en prisión, no es mucho mejor
cuando eres detective privado. Las opciones de que hayas ayudado a que alguien
entre allí son altas. Mucho más altas que ganar la lotería, y con un premio
mucho menos agradable.
Por aquella época yo
era un borracho, más por lo arquetípico del personaje que por vocación, si bien
con el tiempo le cogí el gusto. Me creía duro, implacable, invencible. Un Charles
Bronson de pacotilla, al que no le importaba la violencia gratuita. Eso
me hizo enjaular.
Pasaron unos meses antes de que nadie me echara de menos. Es
cierto, esta parte también era culpa mía. Tenía más conocidos que amigos. No es
bueno para el negocio entablar amistades duraderas. Uno nunca sabe quién va a
ser el siguiente cliente que entre por la puerta. Con la familia tenía
problemas igualmente, pero los motivos eran distintos. Hay gente que no sabe
perdonar una infidelidad, y cuando esa gente es tu hermano o tu primo, se lo
toman más a pecho. La única que seguía en contacto conmigo era mi madre. Más
por su condición de santa, como buena madre, que por méritos míos.
Ella fue la primera en notar mi ausencia y la única en venir
a visitarme.
—
¿Cómo diablos has acabado metido ahí?
—En realidad no estaba sorprendida. Una madre ya no se sorprende cuando su hijo
tiene más de cuarenta años. Sólo pretendía parecerlo. Yo lo agradecí.
—
Gajes del oficio, mamá. —Esbocé una sonrisa
tranquilizadora. Ella hizo ver que surtía efecto. —Me topé con el tipo
equivocado.
No quise ahondar más en el tema. Siempre he tratado de
evitar que mi madre supiera mucho de mis casos. Es mi manera de protegerla. En
mi oficio uno ve y hace cosas de las que no se enorgullece delante de su madre.
Se me hizo raro verla en un lugar como aquel. En realidad se me hacía raro
verla en cualquier lugar que no fuera en casa. Haciendo bufandas o toquillas de
ganchillo. Ella solía llevar un mínimo de tres encima, además de su bata y unos
cuantos jerséis bajo ella, y eso para estar por casa. Esos recuerdos son los
que a mí me gusta tener de ella, y no verla arreglada y visitándome en la
cárcel. No es que no me gustara que viniera, claro que sí, pero su visita me
dejó un sabor agridulce durante unos días. Desde luego, de todos los
escenarios posibles en los que uno no quiere que le vea su madre, éste está a
la cabeza.
—
No se te olvide ponerte un jersey cuando salgas
al patio, que está refrescando. —Dijo antes de irse. Era en pleno mes de
agosto.
—
Sí, mamá, descuida… —Le contesté con una cierta
nostalgia.
Coincidiendo con la visita de la mujer que me dio la vida,
comencé a tener pesadillas. Sueños inexplicables. Me despertaba sudoroso y
temblando. No gritaba porque sabía dónde estaba y qué podría pasar si oyeran de
mí un punto débil. La gente de allí, como conjunto, es predadora, como un
lobo pardo y peludo del que uno debe esconderse si le ve asomar la oreja. Así que lo
mejor es no darles motivos, no ser la oveja que osa escapar del redil y se
convierte en víctima, en presa fácil. Como bien podía atestiguar el
bueno de Sixto. Afortunadamente un buen abogado me debía un favor y consiguió
sacarme de allí.
Esa pesadilla acabó, pero las otras continuaban.
Al principio eran imágenes inconexas. Una callejuela
solitaria, con el cielo nublado de color grisáceo con toques violeta,
cortesía del amanecer que ejercía como telón de fondo. En otra me veía a mí
mismo, en la fría noche, dormido en mi cama, de repente me
dirijo a la ventana y me dispongo a salir, puedo volar. Y lo hago. Paso por mi
barrio, mi casa… Era como si me desprendiera de mi alma.
Todos los sueños tenían dos denominadores en común. Cuando
me despertaba siempre era la misma hora, las 5:05. Y siempre había alguien,
algo… Una persona, una presencia. Y una palabra que sonaba como un lamento: ayúdame. Con esa petición de auxilio
siempre me estremecía, mis ojos se abrían aterrorizados. Las pulsaciones
parecían competir en una prueba de velocidad. Y de repente silencio. Como si el
mundo se hubiera decidido a parar las máquinas. Un silencio tan extremo, que
habría sido capaz de oír el sonido de un clavo cayendo, en un suelo de cerámica,
a tres manzanas de mi casa.
Después de eso no podía dormir más. Trataba de hilar las
secuencias, por inconcebible que le pudiera parecer todo aquello a la razón,
atar cabos. Ver si alguna imagen me daba alguna pista. De algo. De lo que
fuera. No era así. Seguían siendo imágenes incoherentes. Más parecidas a un
viaje de LSD que a un sueño normal. Un osito de peluche asomando entre dos
contenedores, con un botón medio caído, haciendo las veces de ojo. ¿Qué
pista podía ser esa? No tenía ninguna lógica.
Pasados los días que el tribunal había decidido inhabilitarme,
me reincorporé a la faena. Pensé que era buena idea. El tener trabajo de
verdad, con pistas de verdad, debía hacer que me olvidara de todo aquel
sinsentido. Ese era mi plan, el Universo tenía el suyo propio.
A un par de calles de mi oficina llegó la primera sorpresa.
Y lo hizo a modo de callejuela solitaria, con el cielo nublado de color
grisáceo con toques violeta, cortesía del amanecer que ejercía como telón de fondo.
¿Cómo no la había recordado? ¿Cómo no la había reconocido en mis sueños? Quizá
por la incoherencia de los mismos. Por la rapidez con que se sucedían las
imágenes. Lo hacían a ritmo trepidante, como esos avances de películas que
ponen en el cine, y que suelen ser mejor que las películas en sí. Esa fue
la primera jugarreta que me deparó el destino.
Tras un día aburrido, en el que nadie tuvo a bien contratar
mis servicios, y cansado de hacer viajes al bar de mi amigo Miguel, decidí
marcharme a casa. También tenía un plan para la velada. Había decidido ver una
peli en DVD, El Golpe, una de mis
preferidas, con Robert Redford y Paul Newman. Mi intención era
quedarme traspuesto viéndola y que las secuencias de la película fueran las que
se quedaran merodeando por mi cabeza. A ver si así podía dormir tranquilo. No
pudo ser.
Volvieron los sueños de noches anteriores, esta vez las
imágenes eran más claras. Podía ver a una pareja practicando sexo. Era un
cambio sustancial de género cinematográfico para mis sueños. En un principio lo
agradecí. Parecía que el tipo estuviera haciendo un capítulo de érase una vez el
cuerpo humano, pero en versión porno. Poco a poco me fui dando cuenta
de lo que en realidad pasaba. Lo que veía era a un malnacido violando repetidamente
a una chica, para después estrangularla y dejarla allí tirada. La cara de la
chica me resultaba inquietantemente familiar. Era la cara que estaba viendo las
noches anteriores. La que había solicitado mi ayuda. Y ahora estaba muerta. Al
menos en mis sueños. Me desperté con la misma inquietud de siempre. Con los
mismos sudores y los mismos escalofríos. Miré la hora, las 5:05. Antes de poder
siquiera calmarme una voz sonó a mi espalda.
—
No creas que vine por casualidad, deseaba
verte. A mí no me has podido socorrer, pero aún puedes ser útil. Puedes
ayudarnos.
Me giré, con toda la precaución y el escepticismo del mundo.
Y por qué no decirlo, con más miedo que vergüenza. Y eso es mucho decir, para
un tipo que siempre había presumido de que la oscuridad tenía miedo de él. Allí
estaba, la figura de la muchacha que aparecía en mis pesadillas. Y no estaba
sola. Había al menos cuatro o cinco más que no reconocía.
—
Esto no puede ser. Debo seguir dormido. —Dije
con toda la convicción que fui capaz de reunir.
—
No, no lo estás. —Su voz, como no podía ser de
otra manera, sonaba etérea.
Traté de hacer lo que haría cualquier persona que
pretendiera tomar la situación de la manera más civilizada. Cerré y volví a
abrir los ojos.
—
Seguimos aquí. —Era cierto, pero ahora el número
había aumentado. Debía haber unas ocho o nueve figuras.
—
¿Qué queréis? —Pregunté como si fuera lo más
normal el hablar con presencias.
—
Ayuda. —Contestó el rostro familiar.
—
¿Cómo os puedo ayudar?
—
Tú eres el detective. Seguro que tienes tus
trucos, tus recursos. —Al finalizar la frase todos los cuerpos se
desvanecieron.
Esa noche ya no traté de dormir. Comencé a investigar. Lo
primero que hice fue ojear la prensa local, en busca de alguna violación o
asesinato reciente. No tuve que usar mucho tiempo en ese menester. En el
periódico de ese mismo día aparecía la noticia. Podría rasgarme las vestiduras
preguntándome cómo no lo había visto antes. Pero sería pretender engañar a la
mentira. No suelo leer más prensa que la deportiva, y sólo en el bar.
La leí con detenimiento. Como en la mayoría de las noticias
sobre sucesos violentos, estaba claro que habría detalles omitidos por la
policía. Pero los detalles básicos, con los que empezar a investigar, sí que
aparecían. Como por ejemplo la foto de la muchacha y el nombre. Se llamaba
Andrea Duarte Lucena. Tenía veintisiete años. Era de Santurce, pero hacía unos
años que vivía en Alicante. Y efectivamente, había sido violada y después
asesinada. No entraba en detalles la noticia. Pero yo ya sabía cómo había sido,
lo había visto, o eso parecía creer mi cerebro.
Tenía claro que al menos la muerte de Andrea había ocurrido.
Yo no hice nada para evitarlo, hecho por el cual me culpaba a mí mismo. Pero
había visto más presencias. Ahora tenía que averiguar cuales habían fallecido,
si es que había alguna que lo había hecho, y a cuales podía tratar de ayudar a
tiempo.
Para ello tiré de hemeroteca. Comencé por el último año. No
había nada. Aumenté la búsqueda a dos años. Nada. Luego a tres. Seguía sin
aparecer ninguna noticia relevante. De haber sido un violador y asesino en
serie tendría que aparecer. No suelen estar tanto tiempo sin actuar. La
ausencia de noticias podía ser buena entonces. Quizá las otras figuras eran de
chicas a las que todavía podía salvar.
Con esa esperanza como bandera dejé el ordenador y la prensa
y me fui a visitar la escena del crimen. Lo hice por airearme. Tanto física
como mentalmente. Además de, por supuesto, tratar de buscar alguna pista, algún
indicio que no hubiera visto la policía. O que sí hubiera visto, ya que, aun
teniendo algún amigo en el cuerpo, no suelen ser muy partidarios de compartir
información con contratistas privados, como yo.
Llegué al lugar en cuestión poco antes de mediodía. Estaba
claro que por allí había pasado la policía científica. Podías ver todo el
rastro que dejaban todos sus materiales. Con el caos que dejaban a su paso era
difícil encontrar nada. Por el rabillo del ojo aprecié algo que me dejó
inmóvil. Casi tanto como si hubiera visto la cola de un reptil. Era algo más
inofensivo sin embargo. Y desde luego era exactamente lo último que esperaba encontrar
en ese momento, en ese lugar. Por mucho que lo hubiera visto en sueños.
¿De verdad tenía algo que ver? ¿De verdad el osito de peluche, con un botón
medio caído, era una pista? Pensé que si me lo habían presentado en los sueños,
con tanta insistencia, y que si estaba allí la respuesta a ambas preguntas
debía ser sí.
Lo cogí para examinarlo. Contra todo pronóstico no olía mal.
No olía para nada a basura, que debía ser a lo que oliera dado el lugar en que
lo encontré, entre los dos contenedores tal y como aparecía en mis sueños. El
olor que desprendía era como a barniz de uñas. De hecho, parecía
tener alguna mancha, de color rojo. De repente una duda, obvia, apareció en mi
mente. No dudé un instante en llamar a un amigo, el inspector Corbinos, para
hacerle una única pregunta.
—
¿Dígame? —Contestó con desgana.
—
Hola, Santi, soy Félix.
—
¿Qué quieres?
—
Qué pasa, ¿no puedo llamar a un amigo para ver
cómo está?
—
Sí, puedes, pero nunca lo haces. ¿Qué quieres?
—Era evidente que me conocía tan bien como yo a él.
—
El caso de la muchacha violada y estrangulada,
¿lo llevas tú?
—
No. Y aunque fuera así, no podría hablar de él.
Lo sabes bien.
—
Vamos, Santi, sabes que siempre pago por lo que
obtengo. Además, es una pregunta insignificante. ¿Podrías averiguar si la chica
llevaba las uñas pintadas?
Lo escuché teclear unos instantes. Resoplar, para hacerse el
interesante y que la información me costara más de lo habitual y por fin
contestó.
—
Sí. —Le gustaba dosificar las noticias.
—
¿De color rojo?
—
Sí, ¿cómo lo sabes? Y lo que es más importante,
¿por qué te interesa?
—
¿De verdad quieres que te conteste, y quedemos
en paz, o prefieres que te recompense por la info, como de costumbre?—Casi lo
podía oír pensar
—
Me debes una. —Colgó sin esperar respuesta.
Una vez en casa, me seguía preocupando el hecho de que sólo
hubiera una víctima, cuando yo había podido ver no menos de ocho figuras.
—
Tienes que ser más amplio de miras. Mirar a
mayor escala. —La voz etérea volvió a sonar a mis espaldas.
—
Y tú tienes que dejar de hacer estas entradas
por la espalda. A no ser que quieras que me muera en una de estas antes de poder
ayudar.
Las luces de la casa comenzaron a parpadear. Era como si la
hubiera enfadado. No era mi intención hacerme el listo con ella, al contrario,
pero aún estaba aprendiendo a lidiar con espíritus. Debía comprenderme. Cuando
se calmó dejo reducida la luz verdadera al sutil tono de un
candil. Parecía querer aumentar el tono de la escenografía.
—
Vamos, no te enfades. He estado haciendo
averiguaciones.
Sin mediar contestación, se encendió mi ordenador. Asumí que
lo que pretendía era que investigara más. Y así lo hice. Comencé a buscar
noticias sobre casos similares, primero en las provincias colindantes, Murcia,
Albacete y Valencia; para poco a poco ir ampliando. No me sorprendió cuando vi
que, efectivamente, aparecían sucesos similares. Uno por provincia, a lo sumo
dos, en los últimos dos años había al menos una veintena, al menos hasta donde
yo llegué. En todos había violación y muerte de la víctima, pero no en todas
por estrangulamiento. Quizá ese hecho y el que no hubiera más de dos por
provincia, hizo que la policía no sospechara de que fuera un asesino en serie.
Podría no haberlo sido, podría haber sido yo el que estuviera equivocado. Pero
los siguientes acontecimientos me dieron la razón.
Debí dormirme en uno de mis descansos en el sofá, porque fue allí donde me
desperté. Esta vez los sueños fueron mucho más explícitos. No solo me mostraba
al desgraciado haciéndoles toda clase de tropelías a las pobres chicas. También
aparecían imágenes de él pintándoles después las uñas y dejando un osito de peluche,
tuerto, en todas y cada una de las escenas del crimen. También aparecían
lugares característicos de cada localidad, incluso alguna señal que indicaba el
nombre de la misma. Lo que no aparecía nunca era la cara del salvaje. Cuando desperté volvía a ser la misma hora,
las 5:05.
Decidí que ya no valía la pena acostarme. Tomé unas notas
rápidas de todo lo que había visto, antes de que se me olvidara algún detalle
que pudiera resultar de vital importancia. Una vez repasadas, al menos tres
veces, concluí que había anotado cuanto podía recordar. Me di una ducha bien
merecida. Hacía varios días que apenas tenía tiempo, ni siquiera para la
higiene corporal. Antes de comenzar a realizar llamadas me preparé un café, o
todo lo parecido a un café que puede ser el contenido de esos sobres de granulado
que compramos los que no somos lo suficientemente finolis como para tener una
máquina de expreso.
Pasé la mañana llamando a las distintas comisarías de los
lugares donde yo había visto los crímenes. La mayoría de ellas fueron improductivas,
sólo en un par me confirmaron lo del barniz de uñas. Otra de ellas reconoció
haber encontrado un osito de peluche. A pesar de ello, no podía decir que había
sido una jornada fructuosa. Lo mejor que podía hacer era hablar con mi amigo
Santiago Corbinos, aunque no llevara el caso él, podría ponerme en contacto con
el inspector al mando. O tener más suerte recabando datos sobre las otras
víctimas.
Quedamos en una cafetería cercana a su comisaría.
—
¿Qué te pasa ahora Felix? —Dijo, al tiempo que me
invitaba a sentarme a su lado. Como si estuviéramos en un confesionario comencé a
hablar.
—
Sé que te puede sonar inaudito. Que puede
parecer una quimera, pero…
Procedí a contarle toda la historia. Con todo lujo de
detalles. Incluso aquellos que me podían hacer quedar como un lunático a los
ojos de mi amigo, y a los ojos de cualquiera. Él se limitaba a asentir y a
tomar alguna nota. Si pensaba que estaba loco su cara no lo reflejaba, ni su
lenguaje corporal.
Una vez finalizado mi relato nos despedimos. Él con la
promesa de pasarle todos los datos al inspector Figares, el encargado de llevar
el caso en Alicante, para que él contactara con las comisarías competentes en
los otros casos. Yo también le prometí hacerle saber cualquier novedad que mis
sueños me trajeran, por absurdo que aquello sonara.
Fui a mi oficina, para ver si tenía algún recado en el
contestador y para recoger el correo. Me tomé un par de wiskis en el bar de
Miguel, al que le pedí que me preparara un par de bocadillos para llevar. Todo
aquello me estaba dejando sin fuerzas. Cada día estaba más agotado, por lo poco
y mal que dormía. Mi intención, otra vez, era dormir del tirón toda la noche.
Volvió a ser que no.
Una vez más, mis sueños se llenaron de imágenes violentas.
Esta vez el lugar del crimen parecía más siniestro. Había imágenes, efigies,
como sacadas de una cripta macabra. Ángeles, vírgenes, cruces. Una de ellas me hizo
localizar el lugar, era el cementerio de Alicante. Estaba
seguro porque había pasado por al lado de esas estatuas infinidad de veces,
cuando iba a presentarle mis respetos a mi difunto padre. Hubo algo distinto en
este sueño, algo que podía hacer que llegara a tiempo esta vez. Vi la noticia
en el periódico, sólo que la fecha era de tres días después a mi sueño. Eso
quería decir que tenía alrededor de cuarenta y ocho horas para tratar de
convencer al inspector Figares. Quería hacer las cosas bien, legalmente, pero
si no podía ser iría yo por mi cuenta.
No hizo falta usar mis dotes de persuasión. Corbinos había
hablado con Figares, y éste había hecho las comprobaciones pertinentes. Todos
mis datos eran correctos, así que en cuanto le conté lo que había soñado la
noche anterior no dudo un instante en prepararle una emboscada al bastado
aquel.
No quisimos hacer pasar el mal trago de ser un cebo humano a
la siguiente víctima, así que el inspector decidió que lo hiciera una policía.
Buscamos a la que más se parecía y la caracterizaron para que quedara
prácticamente idéntica. Se hizo pasar por ella el tiempo necesario, con el
conocimiento de sus seres queridos y compañeros de trabajo, con el fin de que
el asesino no sospechara el cambio. Se dejó secuestrar y el criminal la llevó,
como vi yo en mi sueño, al cementerio.
Una vez allí, el violador, ya sin ropa, corría tras ella. Se le
veía cazar desnudo, o eso creía él. En el lugar señalado con antelación
por Figares, se estrechón un cerco sobre él. Intentó huir, en dirección
contraria, y trató de esconderse tras la reja de un
panteón. No pasó de allí, enseguida pudo ser detenido sin poner resistencia.
Esa parte me decepcionó un poco, me habría gustado que se resistiera, que
hubiera blandido un arma y lo hubieran abatido. Era lo que merecía, sin duda.
No pudo ser. Hubo que conformarse con un juicio. La policía había reunido un
buen grupo de pruebas. En el maletero de su coche encontraron varios ositos de
peluche, tuertos de un ojo, y algunos tarritos de barniz de uñas, del cual era
representante. De ahí su asiduidad a viajar y dejar el reguero de muerte por
varias provincias. Al parecer, según me comentaron tras el juicio, el criminal
tenía como único amigo de la infancia un osito de peluche, el cual se había
quedado tuerto con el tiempo. También había recibido abusos por parte de su
madre cuando era niño. Tras los cuales la muy degenerada solía pintarse las
uñas como si nada hubiera pasado.
Finalizado el arresto me marché a casa con el agradecimiento del inspector Figares.
Cuando llegué, en la entrada había una carta de agradecimiento de la que iba a
ser la víctima ese día, Natalia Yeste Aguilera. Aunque lo negaría frente a un
tribunal, ese detalle me hizo emocionar, incluso hizo que alguna lágrima
decidiera recorrer mis mejillas.
Me serví una copa y me tumbé en el sofá.
—
Muchas gracias por ayudarnos. —Era la voz
etérea.
No sé si contesté o no. No lo recuerdo. Esa noche dormí como
hacía meses que no lo hacía. Con la conciencia tranquila y la satisfacción del
deber cumplido.
*****************************************************************
Gracias a todos los que os animasteis a jugar y me hicisteis
propuestas. Aquí dejo la lista:
María
José Cádiz: Vale, pues te propongo un personaje:
másculino, tozudo, ignorante (de cultura y educación) pero listo, con esa
inteligencia y la lógica aplastante de quienes a falta de escuela se educan por
sí mismo con sus experiencias de vida. De esos que con una frase pueden tumbar
a cualquier listillo que se les ponga por delante, pero con esa capacidad de
asombro de la gente que observa y analiza todo lo que ve.
Gusa Pira: Yo quiero que aparezca en el relato una "doña
rogelia", una ancianita encorvada y enlutada envuelta en su toquilla de
punto. Me encantan las rogelias. Todos los relatos deberían llevar una
Hola Ramón! Mi
reto consiste en que insertes esta frase en cualquier lugar del relato:
"...Y eso era exactamente lo último que esperaba encontrar en ese momento,
en ese lugar." Gracias por tu juego, que me encanta!!! TE LEO!! Un beso.
Diego Escolano: Idea de incluir la foto y cesión de la misma
Gabi:
Hola!! Yo
escribo una historia interactiva en la que los lectores eligen como continua
todo. Me gusta este tipo de juegos o retos... aqui va mi propuesta.
La frase; ¿como diablos has acabado metid@ ahi?
Mucha suerte. Estare atenta al relato. Hay alguna pagina donde pueda seguirte??
La frase; ¿como diablos has acabado metid@ ahi?
Mucha suerte. Estare atenta al relato. Hay alguna pagina donde pueda seguirte??
Leticia Renteria Garcia:
Hola Ramón! Mi
reto, igual que Gaby es que continuar un relato a partir de esta frase: miro
con tristeza que me he quedado sin nada...
Espero tu historia, a ver que tal.
Un abrazo y saludo caluroso.
Espero tu historia, a ver que tal.
Un abrazo y saludo caluroso.
Maria
Ramon Corral: A mi tambien me gustan los
juegos..Que te parecen estas tres palabras?Confesionario,cine y carcel...Estoy
segura de que me sorprenderas.Gracias de antemano
Buena idea!
Vamos a ver que se me ocurre...
El osito de peluche asomaba entre los cubos de basura, con un botón medio caído, que hacía de ojo.
El osito de peluche asomaba entre los cubos de basura, con un botón medio caído, que hacía de ojo.
Ay, amigo, te has metido en camisa de once varas, yo te lo voy a poner difícil, jajajaja... no, es broma. Te dejaré una de mis espinelas y quiero que fabules una historia sobre ella, pero has de utilizar los 10 versos en el relato, no tienen que ser por orden, a tu libre albedrío, pero han de estar los 10 versos ¿Te atreves? No habré apretado demasiado ¿no? Aquí va la espinela:
Esperanza
Se le ve asomar la orejay que creyó que el candil
al lobo pardo y peludo,
se le ve cazar desnudo
y esconderse tras la reja.
La víctima es una oveja
que osó escapar del redil
y que creyó que el candil
era la luz verdadera,
sin saber que la quimera
es la cola de un reptil.
Anónimo:
Tenemos que
reconciliarnos con el pasado para poder segiuir nuestro camino en paz.
Arturo
Fraga Salazar
A las buenas
de Dios! Yo quiero que salga Paul Newman y Charles Bronson, jejejjjj
A mi también
me gustan esos retos :) Veo que tienes cosas muy variopintas jaja. Te voy a
pedir algo "subidito de tono", si se puede. Haz una especie de
capítulo de "érase una vez el cuerpo humano" que explique el sexo :)
Un saludo ^^
Un saludo ^^
En un
cementerio y una cripta. No quiero que todo se realice en ese sitio pero una
escena sí, de risa, de sexo o de terror, me da igual.
Saludos y gracias por tu interés en la salud de mi madre.
PD Buena iniciativa. Tú puedes con todo.
Saludos y gracias por tu interés en la salud de mi madre.
PD Buena iniciativa. Tú puedes con todo.
Judith
fuentes soni:
Judith
Fuentes Soni, ami también me gustan los retos, ahí te va:
Era una noche muy fría, y yo me encontraba dormida en mi habitación, de pronto me veo dormida en mi cama, me dirijo a la ventana, me dispuse a salir, yo podía volar y veía mi casa, el barrio , fue algo muy hermoso el poder desprenderse de tu alma.
Era una noche muy fría, y yo me encontraba dormida en mi habitación, de pronto me veo dormida en mi cama, me dirijo a la ventana, me dispuse a salir, yo podía volar y veía mi casa, el barrio , fue algo muy hermoso el poder desprenderse de tu alma.
A ver.... Una percepción para cada sentido:
color: violeta
sabor: agridulce
sonido: un clavo cayendo al suelo de cerámica
olor: barniz de uñas
textura: granulada.
color: violeta
sabor: agridulce
sonido: un clavo cayendo al suelo de cerámica
olor: barniz de uñas
textura: granulada.
Lo dicho y lo mantengo ¡un relato de matricula de honor!! ¡Felicidades Ramón, eres un crack!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Frank, muy feliz con la nota (no he sacado una nota así en mi vida, jajaja). Yo la verdad es que me he quedado contento con el resultado. :)
Eliminarchapó!!! Me quito el sombrero... una historia de 10!!! no era nada fácil y lo has conseguido... déjame decirte que me has sorprendido gratamente, seguiré de cerca tus publicaciones. Enhorabuena. :D :D
ResponderEliminarMuchas gracias, Gabi, me alegran (a la par que halagan) tus palabras. Me hace muy feliz saber que la historia esta gustando (y más que lo haga a los "jugadores").
EliminarAgradecido por la visita y tus palabras.
Se bienvenida cuando gustes.
Un saludo!
Hola: me ha encantado. Ah!! Y sí: Es larguísimo!!!! jajajaja. Como juego, está genial y creo que es muy difícil aceptar un reto de estos! Gracias por aceptarme en el juego. Te sigo leyendo. Un beso. ;-)
ResponderEliminarYo estoy muy contento con como ha quedado y con que os vaya gustando a todos también.
EliminarMuchas gracias Mary, un beso!
Hermano, lo que siempre te digo, que eres el number one. Qué destreza narrativa, amigo. Has hilado fino, fino, y el resultado es un tapiz policiaco con brocado de oro. Todo ha salido redondo. Felicidades, eres una bestia parda, no espera, UNA BESTIA PARDA, con mayúsculas, jajaja.
ResponderEliminarSólo una cosa, no sé que le ha pasado a mi espinela a la hora de los agradecimientos, ha quedado trasquilada de cabo a rabo, peor que la pobre oveja, jajajaja Un abrazo.
jajajaja... Gracias, amigo Ovidio. A veces la neurona está engrasada y salen las cosas como las tengo en mente, jejeje.
EliminarEncantado con que haya sido de tu agrado, tu propuesta era de las más comlicadas de insertar.
Y ya está corregido lo que me comentas de tu espinela. No se cómo se escapó esa frase, mis disculpas.
Saludos!
5:05 un osito tuerto y se me quedo corto,seguro que lo podias alargar mucho mas
ResponderEliminarPues seguramente sí, pero me he acostumbrado mucho a los cortos, jejeje.
EliminarUn saludo y gracias.
La verdad que es primera vez que te ojeo, me ha gustado mucho, la narrativa que tienes,es un gran talento.
ResponderEliminarLa verdad que seras un buen maestro a la que aqui incursiona en este mundoSOY ESE ANGEL, QUE SE CONVIRTIO EN DIABLA SOLO PARA HABITAR ....TU INFIERNO"
Es un historia de amor y desamor.
Dos gemelas perdidas, en la época de la guerra civil Española, criadas en dos mundos completamente opuestos.
Se transforman y se funcionan con el tiempo y las circunstancias...
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Muchas gracias por la visita y tus comentarios, Francisco.
EliminarTe felicito, te ha quedado un relato muy bueno. es muy difícil encajar cosas variadas y darles sentido y lo has hecho de maravilla.
EliminarRamón cumpliste con creces este maravilloso relato que me dejo encantada. Deseo que este sea el primero de muchos más. Espero que pronto nos invites a un nuevo juego.
ResponderEliminarFelicidades por lo logrado! Un beso y un abrazo.
Hola Leticia. Me alegra que te haya gustado el resultado del juego. Y sí, seguramente en breve os volveré a proponer otro.
EliminarUn beso y gracias!
Muy buena narrativa, te felicito por lo bien que has llevado la historia. Obtuviste un excelente resultado a partir de un juego...Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mirta, yo creo que ha quedado bien también. A ver si pronto lo hacemos otra vez.
EliminarUn saludo!
Plas plas plas
ResponderEliminarGracias, gracias :)
EliminarMe parece que está muy bien -¡y "currado"! (¿qué era eso?)-. Entretenido, hilvanado, bien escrito (a mi entender)... Un especialista, vamos ¡saludos, Ramón!
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