domingo, 30 de noviembre de 2014

#150Palabras-extra (Alfombras, Decretos y Platos): El Libro del Advenimiento (XIX): El Faro

Este es el comienzo de esta historia. Y aquí podéis encontrar el capítulo anterior.


Se levantó a duras penas. Sus piernas parecían no estar por la labor de ayudarle en la huida, temblaban como los platos en el hundimiento del Titanic. Apenas había dado un par de pasos y ya se notaba fatigado. El corazón le latía a toda velocidad. Volvió a echar un vistazo a la habitación. Parecía una habitación grande de hospital, llena de camas y de aparatos que hacían bip. Todas las camas tenían un inquilino y cada inquilino estaba conectado a una de esas máquinas, así como a un buen número de tubos.

Tubos… Se miró los brazos, él también los tenía. Se los arrancó como pudo y se desconectó de la máquina. El pitido pasó de tener una cadencia a ser continuo. Se quedó quieto, no sabía si al haber hecho esto habría alarmado a alguien. ¿De verdad estaba en un hospital? Él no recordaba haber llegado allí. No recordaba nada de lo que veía.

Al ver que nadie aparecía por allí, se buscó unas ropas y calzado. Cada paso o esfuerzo que hacía, por mínimo que fuera, le fatigaba como si hubiera corrido una maratón. Fue arrastrando los pies, y tratando de no hacer demasiado ruido, por un pasillo, tapizado de alfombras, que se le hacía eterno. Tras lo que para él parecieron dos mil metros, llegó a una puerta. Alzó la mano, temblorosa por el miedo y la fatiga, y la posó sobre el pomo. ¿Qué o quién habría al otro lado? Sólo había un modo de saberlo. Abrió la puerta y una luz le cegó. Cerró los ojos y se puso una mano a modo de visera en la frente. Poco a poco consiguió que su vista se fuera acostumbrando, la luz era el sol, sin duda, y una brisa fresca entraba acompañándolo. Con el mismo esfuerzo con el que había llegado hasta allí atravesó la puerta y salió.

El paisaje que veía tampoco le resultaba familiar. Frente a él había un camino que conducía hasta una playa. Decidió que debía seguirlo, no sin antes echarle un vistazo al edificio en cuestión. Aquello tenía menos sentido, si eso era posible. No estaba en un hospital, estaba en un faro. Cada paso que daba, cada dato que descubría le desconcertaba más. Pero ahora estaba fuera, y aunque nadie le había descubierto hasta el momento, era más que probable que le echaran de menos. Lo mejor que podía hacer era seguir huyendo.

Miró por enésima vez en dirección al faro. Nadie le seguía, todavía. El faro… Un tipo de edificación que tan llena de encanto le había parecido siempre. Pensaba en las historias que los fareros tendrían para contar. O incluso las paredes, si éstas pudieran hablar. Sin embargo esa apreciación ya nunca sería la misma para él. Ese faro que ahora divisaba, a duras penas, desde la orilla, medio oculto desde su perspectiva por las rocas. Ese lugar había sido el lugar en que había permanecido cautivo los últimos días. Aunque no tenía muy claro si habían sido días, o semanas... O quizá meses… Suponía que la mayor parte del tiempo lo había pasado adormecido. Atiborrado de algún tipo de droga (legal o ilegal), que le había hecho estar en estado de letargo, casi, permanente.

Lo importante ahora era que había conseguido huir, a duras penas, debido a su falta de fuerza y sicomotricidad, por el paso del tiempo tumbado en un camastro. Pero lo había logrado. También había dejado atrás pruebas y experimentos. No sabía muy bien de qué clase, pero tenía claro que habían experimentado con él. Al menos eso indicaba la cantidad de cicatrices, magulladuras y orificios que su estancia en el faro le había regalado. También había dejado atrás a otros como él. No sabía cuántos eran. Había, al menos, una sala llena. Unos veinte, calculó él. Pero era probable que hubiera alguna sala más.

Algo en su interior le decía que no podía dejarlos allí. Pero otro algo en su interior, mucho más fornido, del tipo de algo fornido que te roba el almuerzo en el colegio, le decía que lo primordial era salir de allí cuanto antes, ponerse a salvo, comer, darse una buena ducha, coger el primer avión fuera de allí (fuera cual fuera el allí),  y entonces llamar a las fuerzas del orden y denunciar el caso. Sin mucho debate ganó el algo fornido.

Una vez tomada la decisión de seguir adelante, se pusieron en fila, ante él, unos cuantos problemas más. Afortunadamente los problemas hicieron la fila por orden de prioridad, como decretos en un consejo de ministros. Fue un detalle de agradecer. El primero de ellos era: ¿dónde carajo estoy?

Por mucho que mirara a su alrededor buscando alguna referencia, lo único que le resultaba familiar era el faro. Y más por el hecho de haberlo mirado docenas de veces desde que había escapado, que porque realmente supiera dónde le situaba a él. Y es que, dónde él había nacido y crecido no había faros. Él era un tipo de interior. De esos que habían visto el mar en fotos o películas. Y que, por el mismo método, se había enamorado de los faros. Pero allí estaba él. Con rocas por todas partes menos por una, en la que estaba el mar. ¿O era un océano? ¿Podría saberlo con sólo meter el pie? ¿Probando el agua? Ese era el tipo de problemas que estaban algo más atrás en la fila y que parecían haberse abierto paso en la misma a golpes y con el consiguiente enfado del resto de problemas, mucho más civilizados (y mucho más importantes).

Una vez restaurado el orden, se dispuso a afrontar una decisión importante. ¿Qué camino tomar? Descartó uno de inmediato. Ni de casualidad se iba a adentrar en el agua. Él era más de ducha, de bañera o piscina. De cualquier recipiente en el que pudiera ver las cuatro orillas. No era el caso. Descartó también el regresar sobre sus pasos. Durante el trayecto que le había conducido hasta donde se encontraba en ese momento, no había divisado nada que le pareciera de ayuda. Sólo le quedaban dos opciones. Miró a ambos lados. Las dos opciones le parecían iguales. Sin saber muy bien el motivo, decidió ir en la misma dirección que el viento. Tras unos cuantos pasos una idea apareció en su cabeza. Al ir en la dirección del viento, si iban tras él, rastreándole de alguna manera, su olor corporal iría en la dirección contraria. Ambos huirían hacia el mismo lugar. Al instante apareció otra idea. ¿Qué pasaba si le rastreaban desde la dirección hacia la que se dirigía él? Hubo un intercambio de pareceres entre ambas ideas. La primera ganó por unanimidad de los jueces.

Mientras caminaba, con cuidado de no resbalar en ninguna roca, iban llegando imágenes a su mente. Eran como flashes. Unas veces sólo era sonido. Alguna voz, que le resultaba inquietantemente familiar. Otras eran como diapositivas, inconexas, pero estremecedoras. Todo aquello le hacía tener muchas más ganas de salir de allí. Lo más rápido posible.

La pega era que, lo más rápido posible, era más bien lento. Era tan lenta su huida que, de haber sido una carrera a él la foto finish se la podrían haber hecho a acuarela. Sudaba como nunca había sudado nadie con tan poco grasa. El resuello se había rendido y estaba buscando alguna sombra bajo la que cobijarse. La lengua la tenía tan seca que habría podido lijar madera con ella. El corazón parecía estar haciendo un solo de percusión.

Volvió a mirar hacia el mar. El mar… A pesar de que una parte de él no recordaba haber estado nunca tan cerca, otra parte parecía tener recuerdos muy vívidos de un barco y un viaje por mar. Eran otra vez los flashes, breves, pero muy reales. También había un libro… El dichoso libro era el que les decía todo lo que debían hacer… Debían… En los destellos de memoria aparecía un grupo de muchachos que le acompañaban, que parecían tener a él como líder. ¡A él! No tenía ningún sentido. Sin embargo, esos rostros… Los podía reconocer, al menos alguno de ellos estaba con él en aquella habitación. Una especie del pálpito le detuvo. Se giró y vio sus huellas, ya por la arena. Ya había decidido que los iba a dejar allí. Que cuando llegara a un lugar civilizado daría parte a las autoridades y ya se encargarían ellos de rescatarlos. Pero… ¿Qué habría dicho el libro? Seguramente le habría indicado que volviera a por ellos. Le habría dicho que no los podía abandonar. Que ellos habían puesto toda su fe en él… Pero ahora, el maldito libro no estaba. No tenía a ese Pepito Grillo que le incomodara con moralina barata. Seguía mirando sus pasos en la arena.

     Me voy a arrepentir. —Dijo en voz alta.





Continuará...

Foto cortesía, una vez más, de Diego Escolano.

19 comentarios:

  1. Nooooo!!! Me he perdido mucho en mi tiempo de ausencia de este carnaval! ! Tengo que ponerme al día sin falta!! Voy a ello :)
    Feliz domingo

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    1. jajajaja, no pasa nada, Lydia, tú a tu ritmo que para eso están aquí en el blog :-)
      Que pases un buen día!

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  2. Los dos caminos de la duda, del no saber, de la existencia misma, que nunca sabes cual es el correcto y cual el cómodo. Saludos.

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    1. Así es, Nel, así es... Siempre la dichosa duda... Esperemos que el protagonista sepa elegir sabiamente.
      Saludos!

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  3. ainsssssssss.. otra vez me quedo con la mosca... está de lo más interesante

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    1. Esa era la idea, jijijiji
      Me alegra que te guste como va por el momento. :-)
      Saludos!

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  4. Me encanta como lo has escrito, ainss que duda, ¿que pasara?

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    1. Me alegra que te siga gustado :-)
      El domingo que viene saldremos de dudas... seguramente... jejejeje
      Saludos!

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  5. Muy interesante :)
    A esperar para ver qué hará ^^

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    1. Muchas gracias, Carmen :-)
      Pronto saldremos de duas. El domingo próximo, seguramente... jeje
      Saludos!

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  6. Va a dar media vuelta y a saber lo que se encuentra ahí dentro, lo veo.
    Tengo curiosidad por ver qué ocurre al final, veo que nos acercamos vertiginosamente jajaja.
    Me ha encantado, aunque tengo mil dudas ahora mismo.
    ¡Un besín!

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    1. Pues sí, el fonal lo tengo pensado ya (que no escrito), veremos cómo lo puedo acabar cuadrando... :-)
      Si te puedo solucionar alguna duda... ;-P
      Besicos!

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  7. Colega eres un crack... como consigues llevarnos (y confundirnos) por esos entresijos y recovecos, cargados todos de "datos" y "guiños" y que, a mí particularmente (con lo "cortito" que soy) me cuesta un huevo descifrar... vamos que nos llevas por donde te da la gana. Ja,ja,ja,ja,ja,ja- Pasa un buen domingo crack.

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    1. Jajajajaja.... Se hace lo que se puede, compañero, aunque creo que es que tu me lees con buenos ojos... jejeje
      No siempre hay "guiños", que lo sepas también :-)
      Lo importante no es que os lleve (o no) por donde yo quiera, lo importante es que cuando lleguemos al final no me moláis a palos... jeje
      Saludos amigo!

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  8. Gracias de nuevo, Ramón.
    Oye, eso no será Santander, no? Aunque los faros son todos parecidos... Pero me acercaría de un momento a echar una manita a José Andrés. Mira que me cae de cine....
    Digo que me ha gustado mucho, sobre todo, las comparaciones. La foto finish a acuarela, la lengua-lija, el solo de percusión... muy buenos...
    Bueno, guapo, a ver cómo nos sacas al chiquillo de ahí, eh?? De momento el abusón del cole y Pepito Grillo llevan las de ganar...
    Besucos y tal...

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    1. Agradecido estoy yo, Mary :-)
      No, no es Santander, es Alicante. Este faro está "cerca" de mi casa. Me alegro que te hayan gustado todas esas comparaciones, yo me lo paso pipa escribiendolas. :-)
      Pues tengo pensado el final, lo que no se es si será a gusto de todos, de alguno o de nadie... jejeje
      Besicos!!!

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  9. Gran historia, yo estoy con ganas de leer más y encontrar lo que sucede a continuación. Gracias compartir Ramon Escolano

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    1. Muchas gracias, Cindy! :-)
      El próximo domingo habrá un nuevo capítulo.
      Gracias a ti por leerme :-)

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  10. Así que va a volver?? Ains, este tipo...

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