La frase con la que jugamos
esta vez es la siguiente: No se tome la
vida demasiado en serio; nunca saldrá usted vivo de ella. —De Elbert Hubbard. —Propuesta por Frank Spoiler.
Eran las ocho de la tarde pasadas y estaba a punto de
cerrar. El día había sido de lo más aburrido. Parecía que esa era la tónica,
después de un caso venían unos días de sequía. Y el día anterior había cerrado
un caso con uno de los hombres del saco como protagonista.
Entonces escuché como se abría la puerta de la antesala,
podría decir que dicha antesala corresponde a mi secretaria, pero estaría mintiendo.
En realidad esa sala la uso para cuando requiere de mis servicios algún
vampiro. Como bien es sabido ellos sólo pueden entrar si tú se lo pides, pero
uno de los muchos trucos que tiene mi oficina es que tiene dos puertas principales
porque no me fio de esos paliduchos. Además de un buen número de runas,
sortilegios, hechizos, y demás sistemas de protección que nunca son pocos
cuando te dedicas a una profesión de cierto riesgo, como la de detective
privado. Pero son más importantes cuando la mayoría de tus casos tiene que ver
con fuerzas ocultas para el humano medio.
¿Qué me diferencia a mí del humano medio? Pues que yo sí
puedo ver esas cosas, criaturas que a veces merodean por las sombras, y que
muchas otras veces conviven a plena luz del día, codo con codo, con los
mortales. ¿Y por qué puedo verlas yo? Una pequeña herencia por parte de mi
abuelo materno, que era un hombre lobo. Afortunadamente no heredé el gusto por
aullar a la luna y por esos cambios bruscos de humor y forma, no, una de las
cosas que heredé fue la capacidad de ver,
en el más amplio sentido de la palabra.
No soy el único con este don, aunque creo que sí soy el
único que lo ha dedicado a esta profesión. Hasta donde yo sé, los otros con
este tipo de herencia la usan para crear obras literarias. Es una forma de
hacer ver a la gente que no debe confiar, que hay algo más, que debe tener
precaución… Pero no siempre la tienen, porque no creen hasta que es demasiado
tarde, o porque ni siquiera leen ese tipo de literatura. A mí, sin embargo, me
movió más el afán por hacer justicia, porque esas criaturas no se salieran con
la suya. A pesar de que había infinidad de sindicatos, comisiones,
asociaciones, comités, encargados cada uno de que cada criatura en concreto se
ciñera a sus normas. Haciendo castigos ejemplares, en muchos casos, pero bueno…
Eso también ocurre con los humanos, y siempre hay quién piensa que las normas
son cosas que les ocurren a los demás.
Pero volvamos al caso que nos ocupa. Como decía, antes de
irme por las ramas, escuché la puerta de la antesala abrirse.
—
¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —Dijo una voz de mujer.
Abrí la puerta que daba a mi despacho y la hice pasar. Era
una mujer que cabalgaba entre los treinta y los cuarenta años. No me atrevería
a apostar mi minuta por qué decena tenía más cercana. Morena, de estatura y peso
medios, se podía decir que era atractiva, aunque también se podía decir que
había vivido momentos mejores. Un cierto halo de tristeza la rodeaba. Andaba a
duras penas, como alma en pena, y lo dice alguien que sabe de lo que habla.
La invité a sentarse en una de las dos butacas que tenía
para los clientes, al tiempo que yo hacía lo propio en mi silla. Ella tardó un
poco en reaccionar a mi invitación, su mirada vagaba por toda la oficina, no
como si tratará de memorizarla, sino más bien como si buscara algo que la
anclara a la realidad, un punto desde el que aferrarse a la razón y dejar a la locura
volar.
De repente sus ojos llegaron hasta mi figura y pareció
despertar del trance. Su cuerpo dio un respingo y por fin se sentó. Su cara
parecía volver a tomar vida. Ahora sí podría apostar por que estaba más cerca
de la treintena. Por fin decidió hablar.
—
He venido… He venido… A ver si… Si me podía
ayudar… —Su voz aún se estaba aclimatando.
—
Usted dirá, señorita… —Dije con una sonrisa que
trataba de tranquilizarla
—
Señora. —Contestó muy tajante.
—
Está bien, usted dirá, señora…
—
Wise, Penny Wise.
Me quedé mirándola, no me gustaba forzar las historias. Era
mejor cuando fluían por si solas. Solían ser más veraces.
—
Tengo un problema con mi marido… O es mi marido
el que tiene el problema, no lo sé muy bien. —Se ruborizó un poco— El caso es
que él está actuando de una forma muy rara...
—
¿En qué sentido?
—
Pues… Hace cosas que nunca antes se habría
planteado, como por ejemplo puenting, rafting, salto base… Pasa mucho tiempo fuera de casa… Y gasta
mucho, demasiado, en este tipo de cosas… No es que a mí me importe el dinero,
al contrario, mi familia tiene suficiente para vivir cien vidas y no acabarlo…
Pero él… Él nunca ha sido así, era más bien una persona austera.
—
¿A qué cree que se debe este cambio repentino?
—
No tengo ni idea. Lo habría entendido hace cinco
años, cuando pasó por una enfermedad muy grave. Los médicos no le daban más de
unas semanas de vida y… Bueno, han pasado cinco años…
—
¿Puede estar teniendo una aventura? —Pregunté
sin rodeos. Ella al principio pareció ofenderse, pero se le pasó rápido.
—
Lo he pensado. —Fue su escueta respuesta.
—
Y quiere que yo le saqué de dudas. —Asintió con
la cabeza— No hay ningún problema, señora Wise. Permita que le comente mi
tarifa…
—
No hace falta, —me interrumpió— ya le he dicho
que el dinero no me importa. Lo único que le pido es que, sea lo que sea haga que
merezca la pena.
—
Eso no se lo puedo prometer.
Asintió, de nuevo, entendiendo mi postura. Sin mediar ni una
sola palabra más se marchó.
A la mañana siguiente comencé a seguir al señor Wise, Alan
para más señas. A pesar de ser una ciudad grande, la segunda más grande de
Vespucha, o mejor dicho de los Estados Unidos de Vespucha, pero somos una
nación lo suficientemente presuntuosa como para hacernos llamar como el
continente entero. Como decía, a pesar de ser una ciudad muy grande era muy
sencillo hacer un seguimiento y pasar inadvertido, precisamente por ese mismo
motivo, el tumulto favorecía el camuflaje.
Tras pasar por el banco, cogió su vehículo y fue a Mount
Reznor, una de las montañas más escarpadas del estado, a hacer escalada libre.
Eso era mucho riesgo, sobre todo para alguien que según entendí por la
conversación con su mujer, lo más arriesgado que habría hecho en la vida habría
sido mezclar la ropa de color y la blanca en la lavadora. En ese monte había un
porcentaje de defunciones superior al cuarenta por ciento. Desde luego no
parecía algo muy racional.
Lo seguí de vuelta a la Gran Sandía, como llamábamos a Nueva
Chop’d los lugareños. Una vez allí se
adentró en uno de los barrios menos aconsejables y dentro del mismo en uno de
los garitos de más mala muerte. Hice lo propio y me senté a un par de taburetes
de él. Comenzó a beber como si mañana lo fueran a prohibir, como si no costara,
como si su hígado fuera de titanio. Yo lo hice a un ritmo más moderado,
esperando que su estado llegara a ese punto en el que, para el borracho, todo
el mundo es su mejor amigo. Quizá así podría sacarle alguna información.
Después de media destilería de Whisky de Malta, para él y un
par de vasos para mí, comencé mi acercamiento.
—
Las penas suelen saber nadar… —Dije, sin
levantar la vista de mi vaso.
—
¿Qué? —Contestó con cierto aire de sorpresa,
como si no hubiera notado mi presencia junto a él todo ese rato.
—
Que por mucho que beba no va a solucionar sus
problemas.
—
¿Y usted que sabrá?
—
¿De alcohol? Bueno, podría dar un master. Soy
hijo predilecto y tengo las llaves de oro de varias destilerías, pero… Lo suyo…
Lo suyo es como para record… Si sigue así va a conseguir matarse
—
Ya estoy muerto… Lo único que quiero es
adelantarlo lo más posible y ver si puedo joder a ese maldito cabrón. —Dijo,
como escupiendo desde la conjunción.
—
No será tan grave. —Dije yo, tratando de recabar
información sobre el cabrón en cuestión. Con esa descripción podría ser un
prestamista, un camello… Un buen manojo de criaturas de las sombras.
—
Ni se lo imagina.
—
Tengo una imaginación muy flexible.
—
Pero esto no cabe en cabeza alguna. —Parecía que
ni el mismo lo entendía.
—
Pruébeme
—
He vendido mi alma. —Fue su sentencia, tras la
cual se quedó esperando algún tipo de reacción, quizá de burla. No hubo ninguna
por mi parte— ¡A un demonio! ¿Se imagina?
La verdad era que sí, que me lo imaginaba. La gente pensaba
que aquello eran cuentos chinos, pero no, había un negocio de compra de almas
bastante bien organizado. Y era un problema de los gordos. No era fácil
deshacer ese tipo de tratos.
—
Por cinco años más de vida… ¡Por cinco años! Y
ya han pasado… No digo que no hayan valido la pena, he podido disfrutar cada
minuto de esos días con mi amada esposa… Pero han pasado tan rápido…
—
No se preocupe, seguro que al final se
soluciona. Seguro que ha sido un malentendido— Mentí para tratar de consolarlo.
Tras un par de copas más y de un par de horas de cháchara
intrascendente me despedí. Pasé por mi oficina para coger una foto mía, y un
hueso de gato negro, dos de los tres ingredientes necesarios para invocar a un
demonio en un cruce de caminos. El tercer ingrediente, tierra de cementerio, lo
recogí por el camino. Con todo me dirigí a uno de los cruces de camino más
usados para este tipo de transacciones. Metí todo en una cajita, hice un
agujero en el centro del cruce, lo tapé y esperé un rato.
—
¿Qué se te ofrece? —Dijo una voz a mis espaldas.
—
Necesito información. —Contesté girándome.
—
¡Mierda Hammett! Sabes que no podemos hacer
tratos contigo. Tu alma es non grata.
—
¿Quién ha hablado de tratos? Sólo quiero hablar.
—
Yo no tengo nada que hablar contigo.
Cuando trató de marcharse tire mi mechero encendido al suelo
y un fuego, de oleo consagrado, comenzó a arder.
—
Pues me parece que nos vamos a aburrir un buen
rato… —Dije forzando un bostezo.
—
¿En serio Hammett, fuego santo?
—
Dame lo que quiero y te dejo marchar.
—
¿Y si me niego?
—
Exorcizamus te, omnis immundus spiritus…
—
No me
jodas…
—
Podría
ser peor y lo sabes. Sabes que tengo los medios para acabar contigo en lugar de
enviarte de vuelta al infierno.
—
Está
bien, ¿qué quieres saber?
—
Seguís
dando diez años, ¿no?
—
Sí.
—
¿Has
hecho un trato con Alan Wise?
—
Eso es
información confiden…
—
Exorcizamus te, omnis immundus spiritus
—
No…
¡No! ¡Vale! No me suena ese nombre.
—
¿Puede
haber hecho el trato otro demonio?
—
No.
Sólo yo. Al menos en este estado.
—
Pues me
temo que tengo que hablar con tu jefe.
—
¿Con
Crowley? ¿Estás de coña?
—
¿Me ves
reír?
—
Estás
muy loco.
—
Eso no
te lo discuto.
—
Raymond…
Raymond… —Dijo una voz, de nuevo a mis espaldas. Era Crowley.
—
No
entiendo la manía que tenéis de ir por la espalda.
—
Puesta
en escena, ya sabes. Deja a mi chico que se vaya y hablemos.
Apagué el fuego y nos quedamos a solas el jefe de los cruces
de camino y yo.
—
Me temo que tienes una oveja descarriada.
—
¿Entre mis chicos? Lo dudo… —Su tono sonaba
siempre socarrón.
—
Alguien ha hecho un trato por un alma y cinco
años.
—
¿Cinco? —Comencé a captar su atención
—
Sí. Sabes que hay normas Crowley, y hasta
vosotros tenéis que cumplirlas.
—
Nosotros somos los que más las cumplimos y lo
sabes, Ray. —Tenía razón, por lo general los comerciantes se solían ceñir mucho
a la ley. Era bueno para su negocio, aunque este fuera el de las almas— Soy muy
severo con eso.
—
Entonces, si no ha sido uno de tus chicos…
¿Quién ha podido ser?
—
Otro demonio, eso seguro. Y en cuanto lo pille…
—
Si no lo pillo yo primero.
—
Tienes que traérmelo, Ray, si lo encuentras tú.
—
Sólo si rompes el contrato del marido de mi
clienta.
—
No es bueno para el negocio.
—
Tú verás… Los dos somos gente de negocios…
Asintió y casi simultáneamente se desvaneció. Ahora entraba
en una carrera contra reloj. Debía encontrarlo yo antes que Crowley.
Fui esa misma noche a casa de los Wise. No paré de llamar al
timbre hasta que conseguí que me abrieran la puerta. Lo hizo Alan.
—
¿Usted? ¿Qué hace en mi casa? ¿Qué quiere? —Sus
palabras sonaban pastosas.
—
Soy detective privado, me ha contratado su
mujer. ¿Está ella en casa?
—
Está durmiendo. ¿Por qué le ha contratado?
—
Está preocupada por usted. Por su reciente
afición al riesgo desmedido.
—
Ya se lo dije, he vendido mi alma.
—
Lo sé. Le creo.
—
Y he oído que si acabo yo con mi vida antes de
la fecha mi alma no se vería condenada.
—
Eso no es verdad, lo siento. —Su rostro se llenó
de vacío. El clavo ardiendo se había soltado de su mano— Pero aún podemos
arreglarlo. ¿Dónde hizo el trato?
—
En El
Cruce de Caminos.
—
Sí, eso lo sé, ¿pero en el de las afueras de
Keyston?
—
¿Qué dice? En el de la cuarta con Franklin. —Le
miré sorprendido— En el club, ya sabe.
—
¿Vendió su alma en un bar?
—
Claro, ¿dónde pensaba?
—
No importa. Acuéstese antes de que su mujer se
despierte.
Me apresuré todo lo que pude para llegar al local. No podía
permitir que Crowley se me adelantara. Tenía que intentar dar con él esa misma
noche.
Una vez allí comencé a beber, casi al mismo ritmo que lo
había hecho Alana Wise horas antes, cuando le conocí. Al tiempo que bebía
comencé a inventarme penas, dirigiéndolas a nadie en particular, a aquel que
quisiera escuchar. Si estaba allí no podía tardar en aparecer.
—
No se
tome la vida demasiado en serio; nunca saldrá usted vivo de ella… —Una vez
más la voz provenía de mi espalda. Resultaba del todo incómodo.
Le miré, no había duda, era un demonio. Cuando me vio notó
algo raro, seguro que él no sabría explicar el qué, pero lo noto. Solía
provocar esa sensación en las criaturas cuando me lo proponía.
Antes de que tuviera tiempo de reaccionar le calcé unas
esposas.
—
¿Unas esposas? —Dijo entre risas— No sabes quién
soy yo…
—
Sí, un demonio de poca monta.
—
Puede, pero ¿unas esposas?
Mientras seguía riendo abrió la boca con la intención de que
su condenada alma saliera en busca de otro cuerpo al que poseer. No funcionó.
Me miró, las risas había dado paso al temor.
—
¿Has visto todos estos dibujitos? Son los que
impiden que salgas de este cuerpo… Entre otras debilidades que notarás.
—
Podemos llegar a un acuerdo. —Parecía que ya
estaba notando los efectos.
—
¿Un acuerdo?
— Por tu alma.
—
¿Mi alma? Como se nota que no es a lo que te
dedicas… Si estuvieras de verdad en el negocio de las almas sabrías que la mía
no es querida por tus jefes. —Me miraba sorprendido— Soy Raymond Hammett… Vaya,
parece que, después de todo, sí has oído hablar de mí…
—
Pero… Algo podremos hacer…
—
Oh… Yo sí voy a hacer algo. Te voy a entregar a
Crowley.
—
¿A Crowley? ¡No! ¡Mátame antes!
—
Lo siento, con él sí que he hecho un trato. Voy
a recuperar un alma de las que tu timaste. Por cierto… ¿Por qué lo hacías?
—
Quería hacerme notar, que Crowley viera que
tengo iniciativa… Quería ser un demonio del cruce…
—
Ya he visto la iniciativa, —dijo una voz, esta
vez a espaldas del pobre diablo— pero hay normas. Y ahora vas a saber lo que
significa que caiga sobre ti todo el peso de la ley.
—
Todo tuyo, Crowley. Ahora cumple tu parte.
Sacó un contrato del bolsillo de su chaqueta, lo firmó y me
lo entregó. Yo lo guardé en la mía.
—
¿No vas a leerlo? —Preguntó Crowley
—
No creo que me engañes… —Dije con una sonrisa—
Los dos sabemos que el que más perderías serías tu…
Asintió y se volvió a desvanecer. Otra manía de estos seres
del Averno que no me gustaba. Volví a tomar el camino a casa de los Wise. Esta
vez sólo tuve que llamar una vez. Ambos estaban levantados, esperando noticias
mías. Les di la buena nueva y los dejé allí, llorando de la emoción y besándose
como si no hubiera un mañana, aunque en este caso sí lo había.
+++++++
La próxima entrega será desde las 0:00 del lunes 15 de diciembre
hasta las 23:59 del viernes 19. La frase que os propongo es la
siguiente: Convirtió en garra la mano derecha y con ella trató de
rasguñarme la cara con sus afiladas uñas. Tenía los dientes apretados y
regañaba como un perro furioso. La agarré de la muñeca. —De Dashiell
Hammett sacada de su novela: El hombre
delgado
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Me ha encantado, ese poder de los humanos, aunque algo retocados por otros poderes, sobre los demonios están muy bien,como siempre gracias por dejarme leer tus historias.Saludos.
ResponderEliminarMe hace muy feliz que te haya gustado el relato y su personaje principal. :-)
EliminarMuchas gracias a ti por tomarte el tiempo de leerme y de comentar.
Saludos!
Wowwww!!!!!!!!!!! Ramón te has lucido, joder, me ha encantado este cuento, lo tiene todo, una descripción exhaustiva y minuciosa, buenos diálogos y un final feliz y precioso (quién lo iba a pensar de ti?). ja,ja,ja,ja,ja,ja. Un abrazo y excelente semana para ti!
ResponderEliminarMe alegra (y me halaga a la vez) esta efusividad tuya, casi me sacas los colores compañero, jeje
EliminarHombre... es cierto que en mis relatos soy más "matarife" que otra cosa, pero de cuando en cuando alguno tiene que acabar bien, aunque sea por estadística... jejejeje
Saludos!
Un relato lleno de genialidad, objetivísima descripción del ambiente, la relación subjetiva entre cada uno de los personajes, el prota, que es el detective, representando al intermediario entre el inframundo y el mundo de los vivos, la originalidad en el contenido y la historia...Todos los elementos necesarios para hacer una particular contribución al misterio, inédita, pues tienes un estilo diría que exclusivo para narrar y crear.
ResponderEliminarMe ha encantado y me lo he pasado muy bien leyéndote
Un abrazo
He de decirte, NVAI, que tus palabras me dejan a mi sin palabras. Me has dejado una sonrisa tonta en la cara y un rubor...
EliminarAgradezco tu comentario y me siento halagado.
Muchas gracias por pasarte, tomarte el tiempo de leerlo y por tus amables comentarios.
Saludos!
Lo logre! Ya dije que antes no tenia tiempo y ahora he logrado leer un poco antes de ir a clase.
ResponderEliminarMe ha encantado (Crowley de supernatural? porque yo he visto a ese Crowley). No, en serio, fabuloso sin duda alguna, me has dejado preguntándome qué ibas a crear todo el rato.
Por otro lado...
Frase totalmente navideña para diciembre eh? jaja
¡Un besín!
Cooooooooorreeectoooooo, ese Crowley... (bueno un homenaje a él XD)
EliminarMe alegra que te haya tenido con cierta expectativa todo el rato :-)
Y con respecto a la frase de diciembre... La verdad es que no pensé en la cercanía de la Navidad... De todos modos, mira que os digo que propongáis vosotros algunas, y nada... no hay manera... jejeje
Besicos!
¿Qué puedo decir yo? Si ya lo han dicho todos antes que yo. Suscribo los comentarios de Amelia R., Frank Spoiler y Nuevo Viaje a Ítaca. Lo sé, soy un vago de mierda. Aún así opino que tu relato es cojonudo. Un abrazo, Ramón.
ResponderEliminarTranquilo, ami también me pasa, a veces los comentaristas de antes se llevan todas las ideas buenas, jeje
EliminarMuchas gracias por la visita y por dejar constancia de ella.
Saludos!
Ainssssssssssssss, pero mira que me gustan a mí los finales felices.
ResponderEliminarYo, que nunca habría imaginado todo esto que has creado de los hombres lobos (jooooo, cómo me ponen!!!), sí habría terminado la historia como tú, cuando el chico y la chica se besan,...... y aún mucho más....... Pues resulta que me has tenido enganchada desde ayer, con el hombre del saco, hasta hoy con los demonios y tal....
Muchas gracias por tu relato. Gracias por seguir con el juego. Gracias por animarnos a todos. Y gracias por ser Ramón Escolano.
Besucos.
A mi también me gustan! (aunque lo disimule bien, jejeje)
EliminarPues no sabes lo contento que me pone el saber que te he mantenido con la expectación con estos dos relatos :-)
Muchas gracias a ti siempre, Mary, por tratarme tan bien :-)
Y soy Ramón Escolano porque no puedo evitarlo, jajaja ;-P
Besicos y gracias por estar siempre ahí!
¡¡Cuánta creatividad!! Me encantan los diálogos, le dan mucha agilidad a la lectura y haces que te sumerjas mucho más en ella. El desenlace de la historia también me ha gustado mucho. Enhorabuena, nos tienes enganchados a tus relatos...
ResponderEliminarMuchas gracias, Irene! Los diálogos a veces me saen curioso, sí, jejeje
EliminarMe congratula saber que te sigan enganchando mis historias :-)
Besicos!
"No soy el único con este don, aunque creo que sí soy el único que lo ha dedicado a esta profesión. Hasta donde yo sé, los otros con este tipo de herencia la usan para crear obras literarias" (Sabes mi secreto de escritor ja ja ja)
ResponderEliminarExcelente relato, me dio risa lo de Nueva Chop’, conocida como la Gran Sandía, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Me encantó la historia, es muy buena y me mantuvo pegado a la pc desde el inicio hasta el fin preguntándome que es lo siguiente que sucedería.
¡Saludos!
Siento haber destapado tu tapadera, Felipe... jejeje, pero me temo que es la mia también :-)
EliminarEncantado de que te hayan gustado los nombres y el relato :-)
Saludos y espero que nos sigamos leyendo!
Ramón, Ramón, me ha gustado mucho el relato. No me esperaba que tuviera final feliz, qué raro en ti! Pero me ha encantado, tus personajes son geniales.
ResponderEliminar¡Pero si yo en el fondo soy muy moñas! Lo que pasa es que, a pesar de que no es lo que me gusta ver, ni leer, me salen más fácil estas historias (bueno, las de detectives sí que me gustan, las que no las de sustos... jejeje)
EliminarMuchas gracias por sacar tiempo :-)
Besicos!
Excelente relato Ramón como siempre. Nunca fallas tienes esa capacidad de arrancarme la risa con tus diálogos y tu ocurrencias, el final feliz le viene bien, aunque me da curiosidad por saber cuál hubiera sido un final no tan feliz. Saludos!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Patricia por tus palabras de ánimo. Es genial que los que me leeis os lo paséis tan bien como yo al escribirlo :-)
Eliminar¿Otro final? No sé, a veces hay que dejar un final feliz, aunque sólo sea para sorprender y no ser tan previsible, jeje
Saludos!
Muy original, Ramón, con la frescura habitual y una historia con mucho gancho. Te voy a ser sincera diciéndote que es de lo mejor que te leí, al menos según mi humilde punto de vista. Ya te lo dije con el tema de Nanow pero a ver si te apuntas a algo más largo. Un saludo.
ResponderEliminarPues me alegra que pienses que es de lo mejor mio, siempre es bueno saber este tipo de opiniones para ver cómo lo va uno haciendo :-)
EliminarSigo creyendo que "algo más largo" me viene grande, pero cada vez tengo más ganas... Veremos... jeje
Saludos!
Un texto increíblemente original, sencillamente increíble.
ResponderEliminarMuy buen trabajo!!!
Un abrazo!!!
Mil gracias, Sara, me alegro que te haya gustado. :-)
EliminarAgradecido por tu visista y por tus palabras.
Saludos!