domingo, 20 de abril de 2014

El Dibujante

La historia hasta ahora (I), (II), (III), (IV) y (V)



Los días pasaban. Las víctimas se acumulaban. Las notas del asesino de los moteles se amontonaban en la mesa del inspector Corbinos. Todo iba en aumento menos las pistas. De eso seguían teniendo sequía. No parecía que el psicópata tuviera intención de cometer un fallo. Un simple error, una brizna de hilo del que poder tirar hasta dar con la madeja con la que poder resolver el caso. Con la que poder poner fin a la sangría de muertes.

El cuerpo de policía había puesto muchos recursos a disposición de Corbinos. De momento le estaban dejando que fuera él quien siguiera al mando de la investigación. Pero mucho se temía él que a no mucho tardar llegaría algún listo de la central, de Madrid, a hacer perfiles psicológicos del asesino. Cómo si eso fuera necesario para resolver un crimen, solía pensar el inspector. Pero a los listos de la central les gustaban mucho los perfiles. Geográficos, psicológicos, etnias de las víctimas, edad, grupo social. Él creía, sin embargo, en las pistas, en las evidencias que se podían ver en el cuerpo o en el escenario. Un asesino no deja de ser un hijo de puta sin escrúpulos. Y un asesino en serie es lo mismo, pero con un ansia de ser reconocido, de jugar a ser más listo que la policía y demostrárselo al mundo entero. Y este cabrón sin duda lo hacía bien.

Aquella semana, puntual como un reloj suizo de los buenos, llegó la llamada.

     Hola, buenos días, quería denunciar que hay un cadáver en la habitación 76 del motel Sol y Luz. —La voz sonaba neutra.
     No cuelgue. El inspector quiere hablar con usted.

Con la valentía que da el saber que está ganando la partida, el asesino de los dibujos espero pacientemente al otro lado.

     Sabes que te vamos a coger, ¿no, bastardo? —La voz de Corbinos estaba llena de odio.
     Buenas tardes para usted también, inspector. —La del dibujante parecía divertirse con la situación— Eso espero, por su propio bien. Y el de las futuras agraciadas, claro.
     ¿Por qué no paras? Si lo dejas ahora, si demuestras buena fe…
     Vamos, Corbinos, ¿en serio cree que voy a caer en esos jueguecitos? Yo quiero que me pare, y usted quiere pararme. No podemos dejar el juego en tablas. No sería divertido. Tengo que colgar.
     ¿Qué prisa hay? ¿No quieres darme algún detalle más? ¿Reírte de mí?
     No. No me río de usted. Le respeto mucho. Lo suficiente como para saber que está rastreando la llamada y debo colgar. —La frase se fundió con el tono de la línea.

Efectivamente, estaban rastreando la llamada. Pero el asesino había sabido cortar a tiempo como para no poder tener una ubicación exacta de la misma.

Una vez en el motel la escena era la misma de siempre. Una mujer de unos treinta años, morena, de clase alta y profesional. Como siempre parecía estar posando para alguna clase de artista. También estaba la nota de rigor, dirigida al inspector:

Ambos sabemos que cada día que pasa estamos más cerca de conocernos en persona. Si no lo hemos hecho ya, ¿ha pensado en ello, inspector?

Sí que lo había hecho. Incluso estaba cada vez más convencido de que era así. Sin embargo no reconocía la voz. Podía estar deformada de algún modo, pero no lo parecía, daba la sensación de ser una voz real. Pero no la ubicaba.

En esta ocasión había una novedad, en el interior del sobre se encontraban unas fotos. En unas se podía ver la escena de cada uno de los crímenes y en otras dibujos, a lápiz algunos, como bocetos, de cada uno de los cadáveres. También había otros dibujos, de las víctimas, acabados, a acuarela o algo parecido, él no era un experto. Y otra nota:

Por favor, no me sigan llamando el asesino de los moteles, prefiero algo del tipo el dibujante. Aunque lo dejo a su parecer. Un saludo y hasta pronto, inspector Corbinos.



Continúa aquí...

6 comentarios:

  1. Atrapante, para seguir esperando por más.

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  2. Que dicen los testigos ? y las muestras de ADN dejadas en algún lugar,?

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    1. Vemos mucho CSI, ¿eh? jejeje
      Todo se andará, Amanda, todo se andará.
      Gracias y un saludo!

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  3. Ostras, yo creo que no dejas ningún cabo suelto, menudo escritor!

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