Empiezo a estar muy acojonado.
Oigo voces que me llaman desde el final de uno de los pasillos. Se supone que
estoy solo aquí dentro, pero las oigo perfectamente. Me llaman por mi nombre y
me invitan a acercarme a ellas. De momento no me he movido de la zona del panel
de mandos. Por más que me escondo saben dónde estoy. Me recuerda a las niñas
del pasillo de “El Resplandor”. Ahora que había superado el trauma que me
provocó esa secuencia de la película... Cinco años de tratamiento, y recaigo
justo cuando estoy a Dios sabe cuánto de mi psiquiatra.
Hice bien en traerme
un libro de recetas. Gracias a él voy subsistiendo... Lo malo es que ya sólo le
quedan 15 hojas y mis fuerzas empiezan a flaquear. A lo mejor las voces que
oigo son provocadas por la inanición. Debería armarme de valor y ponerme a
investigar la nave, y de paso a buscar alimentos, lo que pasa es que
conociéndome lo mas probable es que me pierda. Y claro, tampoco puedo utilizar
el viejo truco de dejar miguitas de pan por el camino porque… ¡no se dónde esta
la maldita cocina!
Por
favor, que salga de esta… Y sobre todo que lo haga antes de que vengan las niñas
del pasillo a por mí…
Continúa aquí...
Me encanta. Es directo y se deja querer.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Nel. La verdad es que es majete el Alejo... jeje
EliminarUn saludo y gracias por la visita!
Jajajajajaja... Genial... No piensa responder a los intercomunicadores!!!
ResponderEliminarMadre mía!!! Eres genial, Ramón.
Un abrazo.
Qué fuerte, eres muy bueno escribiendo y haciendo personajes. Me encanta Alejo
ResponderEliminarDejar miguitas! ajajja qué bueno este personaje!
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