El ser llamado a la oficina, desde luego, no era una buena señal.
El comisario, a pesar de ser un tipo que parecía muy soberbio, era buena
gente. Desde luego, si le había invitado a entrar con aquel tono, no podía ser
nada bueno.
—
Siéntese
Corbinos lo hizo. No era su primer rodeo en esa oficina,
pero temía que fuera el último.
—
¿Ha sido todo lo precavido que debía en el
manejo de pruebas?
¿Qué clase de pregunta era esa? Por supuesto que lo había
sido.
—
Sí, señor. —Fue su escueta respuesta.
—
Entonces tenemos un problema.
—
¿Perdone?
—
¿Cómo explica esto? — Le pasó una carpeta
El inspector la abrió, al mismo tiempo, como con un resorte, lo
hacían sus ojos. Miró al comisario.
—
Debe haber algún error.
—
Me temo que no.
—
Pero… ¡es imposible! ¿Cómo ha llegado eso ahí?
Eso era su ADN. Y
lo era sin ningún tipo de dudas.
+++++++
—
Es lo que quiero averiguar. —Contestó el
comisario, con mucha parsimonia— También han aparecido huellas.
—
¿Mías?
—
No son tan concluyentes como el ADN, pero sí,
podríamos arriesgar a decir que son suyas.
—
No puede ser, siempre llevo guantes en las
escenas… Puede preguntar a cualquiera. Soy un obseso con esa norma.
—
Lo cual nos lleva al siguiente tema, ¿dónde
estaba usted en los momentos de los asesinatos?
—
¿Está de broma?
—
¿Parece que lo esté? —Desde luego no lo parecía.
—
Bueno, no sé, tendría que mirarlo… En mi casa,
seguramente.
—
¿Sólo?
Corbinos hizo una pausa. Del tipo de pausa en la que sabes que lo que vas a decir a continuación va a jugar en tu contra.
—
Sí…
—
Creo que lo mejor es que llames a un abogado,
Santi…
—
Pero soy inocente, comisario. Debe haber algún
error, alguna explicación lógica.
—
Eso espero. Porque somos amigos y porque no
quiero perder a un inspector como tu.
El comisario salió del despacho, dejando allí a un
desconcertado Corbinos. Poco después fue conducido a un calabozo, separado de
los presos comunes, por razones obvias de seguridad y a la espera de nuevas
pruebas que lo inculparan o exculparan definitivamente.
Cuando se quedó solo una sonrisa, incalificable, apareció en
su rostro.
Continúa aquí.
O_o ¡Ay mi madre! Esa sonrisa me ha desconcertado totalmente... ¿¿Trastorno bipolar??
ResponderEliminarPronto se verá, Verónica... jijiji
EliminarSaludos!
ostris!! no me imaginaba ese final!!
ResponderEliminaraún no se ha acabado Anya! :)
EliminarSaludos!
Puede ser que estemos llegando al final?? A ver con que nos sorprende este inspector... Feliz semana!
ResponderEliminarpues sí, va a ser que sí, jejeje
EliminarUn saludo!
Vale Ramón!! Sabía que odiabas a Corbinos. Pero esto no me lo esperaba de ti!. Por qué te ensañas con él? Y lo de la sonrisa del inspector... parece que fueras tú el que se ríe!! Buffffff
ResponderEliminarTe voy a dar un ultimátum: solucionas esto o......
Bueno, que no, que te seguiré leyendo!! jajajaja Que me siguen encantando tus relatos. Gracias por compartirlos y besos.
Si te soy sincero, no, no me cae mal Corbinos. De hecho, creo que no me cae mal nunca ninguno de mis personajes cuando los estoy escribiendo. Pero me divierte como surgen las situaciones en las que se van metiendo, ver si salen o no, y comprobar como a unos lectores les parece bien y a otros mal... jejeje
EliminarGracias a ti por seguir leyendome, a pesar de todo... :)
Un beso!
uy, uy, uy... de qué se sonreirá?
ResponderEliminarMuy bien llevado.
Ha sido un giro imprevisible y se avecina otro más.
Vale, o una de dos, tiene un gemelo. O tiene doble personalidad, jejeje. Apuesto por esta última opción.
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