domingo, 22 de febrero de 2015

#150Palabras (Gente, Luces y Nombre): Sueños


Desde que podía recordar había querido hacerse con un nombre dentro de la industria. Con uno de los principales. Siempre había deseado que la gente se deslumbrara al verle. Que no pudieran quitar la vista de él. Que se maravillaran con su belleza, con su arte intrínseco a su ser, a su esencia.
Todo parecía indicar que, por fin, lo había conseguido. Podía decir, desde su experiencia, que los sueños se cumplen. Que si uno, por insignificante que sea en apariencia, se lo propone, es capaz de conseguir cualquier meta.

     ¡Atentos! ¡Luces!

Esas simples palabras le sonaron a gloria. A La Gloria. Era su estreno, pero lo era por todo lo grande. En el lugar soñado por todos los que, como él, alguna vez había aspirado a ser un luminoso. Y ahí estaba, en pleno Times Square, anunciando la inminente gira de Bruce Springsteen. The Boss. No podía pedir más.




domingo, 15 de febrero de 2015

#TeRoboUnaFrase (VIII) (+ #150Palabras: Cristal, Voz y Saboreo): Caso 41: Extraño En Una Ciudad Extraña

Para todos los que estéis interesados en jugar en el mes de marzo, podéis encontrar la frase que obtuvo más votos y, por consiguiente, con la que participaremos en la próxima entrega, al final del texto, así como la fecha y unas cuantas frases para que votéis por la que más os guste para abril.
Os recuerdo que podéis dejar propuestas de frases en los comentarios. También voy a copiar el código de InLinkz al final de mi entrada por si a alguien le da algún problema.
En esta ocasión he vuelto a unir los dos juegos en los que suelo participar, en un solo texto.
Las palabras del 150 son: cristal, voz y saboreo.
La frase con la que jugamos en el Te Robo esta vez es la siguiente:

Cuando llegamos a la planta baja me dije que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. —Cornell Woolrich —Del relato: A través del ojo de un muerto.





Llevaba unas ocho horas, aunque el tiempo parecía volar, en aquella vorágine de tiros y de intentar evitarlos con todos mis sentidos. A mi me parecía estar costándome más de lo habitual acertar los blancos, lo cual me estaba sacando de mis casillas. De seguir así, no cabía duda, de que podía morir o que me tomaran como rehén. Ocurrió lo segundo.
Eran un grupo de unos cinco o seis componentes. Todos ellos eran muy jóvenes, al menos más que yo. Estábamos en el quinto piso en el momento en que me rodearon y me tomaron preso. Mientras íbamos bajando por las escaleras ellos se jactaban de mi derrota, parecían muy seguros de ellos mismos. El ser parte de un grupo siempre ayuda a la confianza. Y el estar armado también, sin duda.

Por el camino alguno se animaba aún más y me soltaba algún golpe que yo encajaba de la mejor manera posible, intentando mantener la dignidad, si es que no la había perdido ya al ser apresado por semejantes personajes. Yo, un tipo que había servido en el ejercito del Senado, que había trabajado para la policía de Tecnópolis y de Nueva Chop’D, los dos mejores cuerpos de todo el Sistema Psi Deral, apresado por una pandilla de post adolescentes…
Cuando llegamos a la planta baja me dije que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. Simulé un tropezón lo bastante bien como para que los dos que iban tras de mi chocaran entre ellos y cayeran al suelo. Con un revés a dos manos, digno de entrar en los libros de deportes, noqueé al que iba a mi derecha. Estas dos maniobras parecieron desconcertar al grupo, así que aproveché para correr como no había corrido nunca.

     ¿Ray? ¡Raymond! ¡Contesta! —Mierda, creo que le hemos perdido a él también.

La voz sonaba lejana, como a través de un cristal. De hecho, probablemente fuera así.

     ¿Está muerto? —Esta no era el tipo de pregunta que a uno le gustaría escuchar sobre su persona.
     No, aún tiene pulso, pero no reacciona a ningún estímulo. Parece que le ha pasado lo mismo a que los muchachos.

No eran buenas noticias, aunque no estuviera muerto. Si me había pasado lo que a los muchachos quería decir que estaba en coma. Y lo peor es que no había podido descubrir lo que les había llevado a aquella situación.
Unos días antes me habían contratado los padres de unos chicos que habían entrado en coma en extrañas circunstancias. Habían acudido a mí por ese motivo, porque las extrañas circunstancias eran mi especialidad. Todos los chicos habían sido encontrados en su cuarto, frente al monitor de la consola y con la misma pantalla del mismo juego en ella. Era un juego de esos en el que los tiros son la nota predominante, y en el que los jóvenes se suelen creer héroes de película.
Acepté el caso, sin dudarlo. No estaba la economía como para hacer ascos. Pero además me podía llevar a mi juventud, cuando yo solía jugar a juegos similares y, porque no decirlo, se me daban bastante bien.
Así que me dispuse a averiguar si había algún tipo de posesión demoníaca involucrada, si era cosa de algún espíritu vengativo, o si era algún tipo de error informático el que llevaba a los que jugaban a caer en las fauces del coma.
En eso había pasado las últimas horas, pegando tiros, esquivando balas y cayendo prisionero de un grupo de monigotes hechos de píxeles, hasta que escuché esas voces poco alentadoras. Sin embargo yo seguía siendo perseguido por la banda de jovenzuelos, notando los golpes recibidos, incluso sin mucho esfuerzo saboreo ese característico gustillo a hierro de la sangre en mi boca. No es que quisiera dudar de las voces, al contrario, quizá esto era lo que les había pasado a los otros que estaban en coma. Quizá, de algún modo, el juego los había abducido. Yo seguía esperando a que fuera un demonio o un espíritu. Con ellos podía lidiar y, con suerte, poder sacar a todos de aquella situación, incluido a mí mismo.
Salí del edificio y tras correr un par de manzanas me paré para recuperar el resuello. No parecía que nadie me persiguiera, pero aun así no bajé la guardia, no tenía muy claro si mis balas eran eficaces en aquel plano existencial, por así decir. Debía de trazar un plan para descubrir quién o qué se eran los causantes de aquel embrollo.
Estaba claro que tenía que encontrar a los muchachos que se encontraban en la misma situación que yo. Lo malo era que no sabía por dónde empezar. No conocía casi nada de la ciudad del juego. En las horas y niveles que había pasado allí no habría recorrido mucho más de tres o cuatro manzanas.

Desconocía si aquello era todo o si era una ciudad de tamaño real. Tampoco sabía si podía pedir ayuda a nadie. ¿Cómo se pide ayuda en una situación así? Continué caminando en lo que yo pensé que sería dirección norte, al tiempo que me cercioraba de que nadie me seguía. Unos doscientos metros más adelante me topé con un muchacho que parecía querer recuperar el resuello, como yo hacía unos minutos.

     Hola, ¿te puedo ayudar? —Pregunté
     Hola… ¿quién eres? —Dijo él, con voz fatigada.
     Me llamo Raymond, y soy… —Dudé un instante en decir la verdad o no. Decidí decir una verdad a medias— un friki de los videojuegos.
     Yo me llamo Bruce. Bruce Atkinson. —Me sonrió.

Le miré extrañado. Ese nombre me sonaba mucho. Era uno de los chicos desaparecidos. Le seguí mirando unos instantes sin mediar palabra. La cara me comenzaba a parecer familiar. Puede que no lo reconociera por estar metidos en el juego, quizá la resolución de los gráficos no era tan buena como las fotos que me enseñaron de él.

     ¿Bruce Atkinson? ¿Tus padres se llaman Andrea y Jason? —Ahora el que me miraba extrañado era él.
     ¿Los… Los conoce?
     Ajá…
     Pero… Pero… ¿Cómo es posible?
     Mucho me temo que yo he caído dentro del juego, como tú.
     Entonces… ¿Está aquí para salvarnos?
     ¿Sabes dónde están los demás?

Asintió con la cabeza. Le pedí que me llevara hasta el lugar donde estaba el resto de los chicos. Por el camino le pregunté si en algún momento había notado un fuerte olor a azufre o alguna variación de temperatura sin sentido. Él no sabía que contestar. Quizá los nervios de la situación no le habían dejado prestar atención a esos detalles, o a lo mejor pensaba que estaba chalado. Pronto íbamos a salir de dudas los dos.
Conforme caminábamos una extraña sensación comenzó a recorrerme el cuerpo. No me gustaba. Siempre que notaba esa sensación algo malo pasaba después. Y me gustaba menos poder notar esa sensación en aquel lugar. Sin duda yo no apostaría a mi favor.
Nos acercábamos con paso firme al edificio del que, a duras penas, había podido escapar antes. Una lucecita parecía querer abrirse camino en mi cerebro. No era una bombilla. Ni siquiera era una vela. Era una tímida luz, temblorosa, pero con la determinación de hacer llegar su mensaje. La lucecita se fue convirtiendo en una idea. Trataba de abrirse camino, pero seguía siendo débil y las demás ideas allí presentes no se lo ponían fácil. Por fin llegó al mostrador de ideas y se pudo hacer escuchar.

Bruce Atkinson… No era uno más de los chicos… Él había sido el primero en caer en las garras del juego. En transferir su conciencia, por así decir, a aquel universo de unos y ceros… Lo miré de reojo, no quería que sospechara que yo sospechaba de él.
Otro escalofrío me recorrió de arriba abajo. Cada vez estábamos más cerca del edificio. Podía escuchar al grupo que me había apresado.  Si yo los oía Bruce también los debía escuchar. Sin embargo seguía caminando con paso firme hacia ellos.

     ¿Queda mucho? —Pregunté
     No. Ya estamos llegando. Es en el siguiente edificio. —Contestó sin mirarme.

Debían quedar unos cincuenta metros. Tenía que pensar rápido. Buscar una estrategia. Cada paso tenía más claro que no había nada sobrenatural en todo aquello. Me paré en seco.

     ¿Qué ocurre? —Dijo Bruce con una expresión de nada en su rostro.
     Necesito parar un momento. —Contesté yo.
     Si ya estamos llegando…
     No importa. Dame un segundo…

Nos miramos fijamente. Yo también sabía poner cara de nada. Aguantamos así un buen rato. Fue él quien hizo el primer cambio. Fui yo quien sacó la primera pistola.

     ¿Qué me ha delatado? —En su cara ahora había cierta frustración.
     Tu sinceridad…
     Debí decirte el nombre de uno de los otros chicos.
     Eso parece…
     ¿Y cuál es tu plan? ¿Matarme?

Asentí.

     Quizá si te mato a ti, que parece ser que eres el que nos tiene aquí retenidos, los demás quedemos libres.
     No te va a funcionar. Llevo aquí metido el tiempo suficiente como para haber desarrollado ciertas facultades.
     Muy interesante. ¿Una de ellas es correr más que una bala?
     No…
     Vaya, qué pena… —Dije, sin un ápice de verdad en esas tres palabras.

Amartillé mi pistola con mi mano izquierda. Y antes de que pudiera apretar el gatillo Bruce hizo un gesto con su mano que mandó mi arma a la otra acera. Hubo un disparo, una cara de sorpresa y un cuerpo sangrando. Yo tenía mi otra pistola en mi mano derecha, él tenía la sorpresa en su rostro y un agujero en el pecho.
No me dio tiempo a poder escucharle, si es que tenía algo que decir. Su cara se fue difuminando al tiempo que mis ojos se iban abriendo y que yo iba maldiciendo la luz fluorescente del hospital.

     ¡Señor Hammett! —Dijo una voz en algún lugar— ¿Me escucha?
     Lo hago… Lo hago… —Dije a duras penas— Pero haga el favor de no gritar.
     Claro, perdone… Soy la enfermera Jackson. —Sonrió y la luz de su sonrisa era mucho más agradable que la del techo.
     ¿Llevo mucho aquí?
     Apenas dos días.
Dos días… Y a mí me habían parecido unas pocas horas…

     ¿Sabe algo de los chicos que estaban en coma por el videojuego? ¿Están en este hospital?
     Sí, están aquí. Y todos han despertado, menos el pobre Bruce Atkinson. Aún no sabemos muy bien que es lo que ha pasado.

Esta vez sonreí yo. Aunque era una sonrisa vacía. Como la de un payaso que está dando su última función y sólo le queda fuerza para quitarse aquella estúpida mueca dibujada en su cara una última vez. No estaba orgullos de cómo había acabado el caso. No me gustaba tener que matar a… Bueno… A gente viva…


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La próxima entrega será desde las 0:00 del lunes 16 de marzo hasta las 23:59 del viernes 20. La frase propuesta es la siguiente:

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. - De Edgar Allan Poe, El Gato Negro.

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Las frases que os propongo (en realidad las propuso el bueno de Ricardo) para elegir son las siguientes:



1.- "Cuando vieron la expresión, primero confundida, luego aliviada, de mi cara, se echaron a reír. " de MOLOBO, de Vidal FS.

2.- "Logré ver el brillo de mis ojos al maquillarme frente al espejo, ahora entendía cuando decían que una mujer después de hacer el amor lucía radiante." de UN NUEVO AMANECER, de Karina Delprato.


3.- "Fue entonces cuando la culebra, apareciendo de improviso desde quién sabe dónde, le inyectó su veneno en la muñeca dejándole dos claros orificios amoratados.", de Entremundos, de Lg Morgan.


4.- "Muertes y desapariciones inexplicables convertían el sitio en un lugar poco apetecible. Decian las malas lenguas que en días lluviosos aquella tierra oscura no llegaba a mojarse, y que los pájaros no sobrevolaban su cielo, dando un rodeo para evitar pasar cerca." de EXTENUACIÓN, de Irene Comendador.


5.- "Entró tambaleante. No estaba seguro de si realmente había bebido tanto como para hallarse tan mareado. Richard se agarró al pasamanos de la escalera y miró hacia arriba. Definitivamente no llegaría allí de no ser a gatas." de EQUILIBRIO, de Karol Scandiu.

 
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